BUCKCHERRY - Confessions

En un momento en el que el Hard Rock de Los Angeles era poco menos que un erial, la segunda mitad de los noventa, surgió BUCKCHERRY. Sin hacer excesivo ruido, el grupo consiguió un contrato con la entonces importante Dreamworks. Esto le sirvió para editar un debut homónimo que supuso un soplo de aire fresco y de forma indirecta (sin pretenderlo siquiera) abrió el camino de la resurrección de esta escena que en los años ochenta dominó no solo California, sino las listas de medio mundo. Los ingredientes de BUCKCHERRY son sencillos: canciones directas, pegadizas, un punto macarra a la par que moderno, y el grado de comercialidad necesario para llegar a un público amplio, fuera el clásico que andaba escondido en las catacumbas de Sunset Boulevard o toda una nueva generación de chavales.

Fue tan significativa su irrupción que llegaron a vender más de setecientos mil discos en su país, hecho insólito e impredecible. Su estrella se apagó con la continuación “Time Bomb”, tanto que se tomaron un descanso. La inseparable pareja formada por Josh Todd (cantante) y Keith Nelson (guitarrista) pudo incluso ser parte de VELVET REVOLVER junto a Slash, Duff y Matt Sorum. La historia no cuajó y el dúo reclutó nuevos componentes, regresando a la actividad con “15”, un álbum sin excesiva calidad pero que contó a su favor con el single “Crazy Bitch”. Esta canción resultó un pelotazo en Estados Unidos, curiosamente una composición en la que habían trabajado con los ex miembros de GUNS ´N´ ROSES.

Desde entonces, BUCKCHERRY no ha logrado mantener su estatus, con discos correctos, sin demasiados alardes, hasta llegar a su nueva entrega, “Confessions”. Lo primero que hay que destacar es que se trata de una obra conceptual sobre los siete pecados capitales, como se puede deducir de los títulos de sus temas. Es curioso que una banda tan banal y sin pretensiones como la californiana, se suelte la melena con un disco que, a priori, se podría calificar de pretencioso. Sin embargo, la realidad es bien distinta porque el estilo se mantiene intacto. Es más, se puede afirmar que esta temática le añade un punto de interés adicional del que previamente, su música, carecía desde la reunión. Si a esto le sumamos una frescura recobrada, el conjunto se antoja, cuanto menos, adecuado para el disfrute de cualquier seguidor del género.


Su Hard brilla cuando la adrenalina fluye y así en la inicial “Gluttony” se intuyen todas las cualidades de “Confessions”, hecho que se repite en otros cortes como la magnífica “Nothing Left But Tears”, “Seven Ways To Die” o “Air”, todas marcadas por la potencia de las guitarras de Nelson y Stevie D. A pesar de que por su procedencia pudieran guardar parentesco con los grupos Sleazy de los ochenta (que lo tienen) siempre he pensado en BUCKCHERRY como en una especie de AEROSMITH del siglo XXI, mezclando influencias del mítico quinteto de Boston con el Modern Rock. El caso es que, en muchas ocasiones, esta combinación les había quedado insulsa, hecho que no sucede en este trabajo porque consiguen mantener un tempo siempre elevado de calidad, independientemente de que aceleren o no su propuesta.

Y es que en “Confessions” nos topamos con dos canciones sobresalientes de la mano de “Pride”, un tema que debería haber sido elegido como single, y “Greed”, con un comienzo de Rock clásico que va aumentando en intensidad gracias, especialmente, a Josh Todd, un cantante bastante monocorde pero que aquí demuestra unos recursos, cuanto menos, sorprendentes después de una década de trayectoria. El resto, hasta completar el sexto álbum de BUCKCHERRY, navega entre lo aceptable y lo bueno, nunca bajando del meritorio tono general que rodea cada una de las trece composiciones. A pesar del número, normalmente excesivo para un conjunto de estas características, la escucha completa no se hace aburrida y solamente “Sloth” puede ser calificada de prescindible, un Hard Blues demasiado insulso y sin el groove necesario.

Seguramente, sigan contando con el handicap de un debut absolutamente excepcional que pilló desprevenido a los fans de Hard Rock, entonces deprimidos en un “infierno” de, primero, Grunge, después Nu Metal, y vaya usted a saber qué más cosas que lo único que escondían eran excusas porque el Hard a principios de los noventa está en un punto de no retorno, autocomplacencia desmedida y productos de baja calidad, con excepciones, con las compañías inmolándose intentando encontrar “a los nuevos GUNS ´N´ ROSES, POISON, MOTLEY CRUE” o dios sabe qué. “Confessions” no alcanza, obviamente, esas cotas del disco homónimo pero sí coloca a BUCKCHERRY, de nuevo, en una posición de fuerza que parecía haber perdido. Si eres aficionado al estilo que practican, prueba con este trabajo, no te defraudará. Tampoco es que hayan descubierto la pólvora pero, para lo que se alaba hoy en día, cumplen.


 

Marco-Antonio Romero

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