Crónica de TEN en Madrid

Paciencia. Esa es la virtud que los seguidores han tenido en los últimos años con Gary Hughes. Saben de su maestría y talento porque, en la primera etapa de TEN, se desbordaba con cada disco que lanzaban. Sin embargo, con el cambio de milenio, y por qué no, la marcha del pequeño gran guitarrista Vinny Burns, Gary vivió su particular travesía del desierto con multitud de cambios de formación e, incluso, una retirada a los cuarteles tras el manifiestamente mejorable “The Twilight Chronicles” donde notábamos una banda descafeinada, un trabajo que, aislado en su discografía, era aceptable pero en el cómputo global solo podía ser calificado de fiasco. El replanteo le sentó bien a Hughes porque “Stormwarning” sirvió para encender la mecha de nuevo y, con “Heresy And Creed”, la traca ha explotado. No hablamos de fuegos artificiales pero sí de una mascletá notable y de calidad, con algunos temas memorables, como hace tiempo que no escuchábamos.

Aun así, los fans de TEN querían algo más, volver a ver al grupo encima del escenario. Los indicios eran buenos puesto que “Stormwarning” fue presentado, a pequeña escala, en el Reino Unido. Sin embargo, con “Heresy And Creed” y energías renovadas, el sexteto está dispuesto a intentarlo otra vez. Estoy convencido que si en lugar de mediados de los noventa, TEN editan sus primeros discos en los ochenta o, por qué no, ya empezado el dos mil, otro gallo les hubiera cantado porque lo tienen todo. Entre melodía, Hard Rock, incluso riffs heavies y una voz que no es prodigiosa pero sí completamente adictiva, se construye su propuesta. Sea como fuere, por fin, tras once años, TEN estaban de regreso en Madrid para una única actuación en España.

Su capacidad de convocatoria era una incógnita. Para su desgracia, siempre he pensado que era el típico grupo con buena prensa entre medios de comunicación y foros pero que, a nivel general, eran semidesconocidos. Digamos que unos SAVATAGE a menor escala y, obviamente, no tan geniales como los americanos. No estaba demasiado errado porque, a pesar de ser sábado y su ausencia de más de una década de los escenarios madrileños, apenas dos centenares de personas nos acercamos a La Sala Live del sureño barrio de Carabanchel. Algunos venían de fuera; incluso gente de Italia y Alemania, por lo que la parroquia iba a brindarles una calurosa bienvenida y una animación que duraría las dos horas de descarga.


Como teloneros, los burgaleses PUSSY AND MONEY en su formato revisionista de THE CULT. Puede que esté equivocado, porque la memoria me falla, pero esta gente lleva ya un buen puñado de años divirtiéndose tocando sus canciones favoritas y, como en esta velada, rindiendo tributo a sus ídolos.

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Creo recordar, porque también eran de Burgos, que les vi hace unos cuantos años en Toledo, en aquella ocasión “haciendo de MÖTLEY CRÜE” en un curioso homenaje al Monsters Of Rock de 1984, con grupos tributo a los conjuntos del cartel de Donington Park de entonces (VAN HALEN, GARY MOORE, Y&T, OZZY OSBOURNE) más UDO de cabeza de cartel, en el papel de sus, entonces, ACCEPT. No me causaron una gran impresión, si bien con este tipo de experimentos no suelo quedar contento.


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THE CULT parecía una música menos peculiar que la de Nikki Sixx y compañía porque, sinceramente, rememorar el Sleazy del Sunset Boulevard de Los Angeles en una ciudad castellana es complicado de digerir. Sin embargo, considero que, a pesar de echarle ganas, también erraron en el intento de emular a Ian Astbury y Billy Duffy. Y eso que escogieron un repertorio ganador. Ni una sola concesión al material oscuro, PUSSY AND MONEY se dedicaron a desgranar los cortes más conocidos de “Love”, “Electric” y “Sonic Temple”, es decir, la santísima trinidad de los británicos, pero, ni por esas consiguieron arrastrar a una concurrencia que tampoco se sentía especialmente identificada con THE CULT, o al menos así se dejaba entrever por la fría reacción del respetable.

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Con un sonido solo correcto, PUSSY AND MONEY buscaba la complicidad de la mano de temas inmortales como “Fire Woman”, “Li´l Devil” o “Sweet Soul Sister”, mas se chocaban con un muro infranqueable: no convencían, fundamentalmente por dos motivos: la voz no pegaba nada. Con todos los respetos, no era creíble sino que se quedaba en un grupo de bar, poco más. En segundo lugar, y ya siendo algo más puntilloso, la batería. No soy instrumentista pero he crecido con esas canciones y, la verdad, distaba bastante la pegada del original. Solo al final, gracias a “Wild Flower” y “She Sells Sanctuary”, la gente se animó y hasta corearon junto a los castellanos los estribillos. Algo más de cuarenta minutos que sirvieron para tomar posiciones y escuchar composiciones con las que la mayoría debería sentirse familiarizado, aunque no lo pareciera.


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Tras haberlos visto en el Firefest británico hacía menos de un mes llegaba el momento de disfrutar plenamente con TEN. Como bien dijo Gary Hughes en la entrevista que le hicimos horas antes de la actuación, en un festival nunca puedes mostrar todas tus armas. Menos de una hora significa un repertorio irrisorio para una banda con tamaña producción. Además, en Nottingham no gozaron precisamente de un gran sonido siendo la excepción del fin de semana. La Sala Live no es que sea el epítome de la nitidez, por lo que distó de ser excelsa la ecualización, si bien a Gary se le pudo disfrutar bastante más. Digamos que fue suficiente como para no arruinar una preciosa velada.

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Cuando se apagaron las luces, la expectación entre los asistentes era tremenda. Se notaba en el ambiente que Hughes es un tipo admirado, idolatrado diría, por los suyos, por aquellos que le siguen desde los oscuros noventa, esa época maldita para el Hard melódico (aunque brillante en otros muchos estilos). “The Gates Of Jerusalem”, la magnífica intro del nuevo disco acompañó la salida del sexteto que, al enfundarse los instrumentos, atacaron “Arabian Knights”, sin duda una canción que merece alcanzar el Olimpo de favoritas entre el público. Contiene la mayoría de las características por las que TEN se hizo insustituible en la vida de unos cuantos: elegancia, emotividad, atmósferas, coro accesible, etc. Ojalá, en futuros shows de próximas giras, no la eliminen del set list porque sería una injusticia.


Sin solución de continuidad, el single de “Heresy And Creed”. Otra fantástica composición, “Gunrunning”, no tan compleja como “Arabian Knights” pero que cumple a la perfección su función de inmediatez en el oyente. Es curioso como, sin cumplir el mes, “Heresy And Creed” ha calado tan bien entre los aficionados del conjunto inglés que, obviamente, explotaron con la llegada del primer clásico, “Spellbound”, del álbum homónimo, su cuarta entrega. Recuerdo que cuando la escuché antaño no me convenció pero, con el paso de los años y, sobre todo, los directos, se ha convertido en insustituible.

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Las cartas estaban sobre la mesa y TEN habían ganado la partida. Estaban enchufadísimos y la gente les llevaba en volandas. Guiños de complicidad entre todos los componentes en el minúsculo escenario denotaban la buena sintonía existente. Incluso, el joven Dan Mitchel, que en el Firefest estaba concentrado en sus seis cuerdas, se soltó la melena y participó de la fiesta comandada no solo por Gary Hughes sino por el incombustible bajista Steve McKenna y, en menor medida, John Halliwell (el lugarteniente de Hughes) y Darrel Treece-Birch detrás de los teclados. No obstante, considero que aunque su presencia sea mejorable, Dan es un prodigio como guitarrista y así lo demuestra tanto en cortes recientes como en el material antiguo. Prueba de ello fue “Ten Fathoms Deep” donde pudimos, por fin, olvidar la alargada sombra de Vinny Burns.

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Con todo, quizá la gran virtud de los TEN actuales es que no necesitan vivir de las rentas y que sus discos de regreso pueden mirar a la cara al resto de su producción. Por ello, se preocupan de que estén representados en el repertorio. De este modo, la primera parada en “Stormwarning” llegó con “Book Of Secrets”, un medio tiempo in crescendo impresionante que desemboca en un coro que, personalmente, me engancha porque es la consecuencia de una composición muy buen estructurada que, recuerda, en el “deje” del estribillo a otra maravilla, “Uncle Tom’s Cabin” de WARRANT.

A partir de “Book Of Secrets” vivimos una alternancia entre “Stormwarning” y “Heresy And Creed” que, a lo mejor, a los seguidores de los discos iniciales de TEN les cansaría pero que considero fue una parte esencial del concierto. Tras la alegría de “Book Of Secrets”, las evocadoras melodías celtas de la balada “Raven’s Eye” reinaron en la noche madrileña. Es aquí donde me convencí de lo bien que lo estaba haciendo Gary Hughes. Ya digo que no es un superdotado de la voz pero, para mí, pertenece al género de cantantes que poseen algo especial, magnetismo, elegancia. Sin embargo, me faltaba algo en directo, precisamente esas dos características. Sus cuerdas vocales quedaban un poco “planas” cuando se subía a las tablas.

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Esta vez no sucedió y así se lució en el comienzo casi a capella de “The Lights Go Down”, uno de los temas más aplaudidos del último disco, y en la majestuosa “Endless Symphony”, con ese riff tan moderno (para los parámetros TEN) que alterna con unos teclados ortodoxos y propios del grupo. De haber tenido que eliminar alguna canción de las actuales creo que la descartada habría sido “The Hourglass And The Landslide” que, sin ser mala, sí creo que desentona un poco en el estilo TEN. Por ejemplo, si la coge Robert Sall para WORK OF ART hace de ella una maravilla porque encajaría perfectamente en los suecos, pero TEN es otro tipo de grupo.

Para los inquietos que ya veían que iban a faltar un montón de cortes, para ellos (y para mí, por qué no), imprescindibles, ahí estaba “The Robe” donde Gary dio lo mejor de sí ante el deleite de una audiencia que, al concluir, se lanzó con el habitual “Oé, oé, oé, oé” que hizo las delicias de los ingleses, encantados con la acogida. El problema es que esto fue solo un inciso en la tónica general y aquí sí que he de resaltar un fallo a la hora de elegir el repertorio. Me encantan “Stormwarning” y “Heresy And Creed” pero llegado a este punto, el equilibrio estaba logrado. Sobrepasar el ecuador del show con siete temas nuevos por tres antiguo era una buena cosecha, pero no, Hughes y los suyos iban a por todas y cayeron, seguidas, otras dos recientes, “Another Rainy Day” (buenísima, por otra parte) y “Love Song”.

Lo malo es que las dos son semibaladas y ahí es donde me pregunto si no hubiera sido mejor, qué sé yo, “Feed The Force”, “WIldest Dreams” o, en plan lento, “Yesterday Lies In The Flames”. Para mí, es inconcebible ver a TEN sin que suenen las dos primeras pero es el camino, respetable, por el que ha optado Gary. Para compensar, “After The Love Is Gone” que, curiosamente, no está entre mis preferidas, y dos recuperaciones de discos considerados “menores” en el universo TEN: “Black Shadows” de “Babylon” y la tranquila “Valentine” de “Far Beyond The World”. Me gusta más “Black Shadows” pero “Valentine” en directo sonó de maravilla y Hughes, una vez más, se salió.

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Encarábamos la recta final del concierto y, para terminar con el repaso de “Heresy And Creed”, otro potencial single en un mundo ideal, “Unbelievable”. No obstante, la sala se vino abajo con “Red”. Es sintomático lo que ocurre con esta canción. Nunca logran controlar el tempo y terminan acelerados, quizá por la adrenalina de estas en el escenario pero ver a la gente cantando, a pleno pulmón, eso de “And The Colour Of The Battlefield Is Red” es impagable. Sin duda, lo que “Over The Hills And Far Away” era para el difunto GARY MOORE, es para TEN “Red”. No podían decir adiós sin “The Name Of The Rose” para completar más de dos horas sobresalientes.

Hemos mencionado algunas elecciones cuestionables del set list pero eso son opiniones. La única verdad es que todos los asistentes salimos de La Sala Live con una sonrisa de oreja a oreja por haber podido paladear a una banda que está de dulce. No importa el número de seguidores que tengan o la viabilidad de su música en el contexto que vivimos. TEN son muy grandes y en directo lo demostraron. Una noche de esas que no se olvidan con facilidad.

 

Fotos: David Ortego
Crónica: Marco-Antonio Romero

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