Crónica de ULVER en Madrid

Promotor: Madness Live

¿Crónica de un concierto imposible? Tal vez sea la definición más adecuada para definir las sensaciones que me produjo la primera visita de ULVER a España. Aunque para muchos de los lectores, los noruegos serán una banda conocida, quizá conviene contextualizar la trayectoria del grupo y los factores que influyeron en que, para mí, esta actuación resultara, no solo poco satisfactoria, sino que me generara rechazo. Probablemente, alguno pensará: “Joder, parece nuevo, ¿no sabía a lo que iba?” Pues sí, lo conocía pero no es menos cierto que, cuando se anuncia la gira, se afirma (ignoro quién fue el responsable) que repasarán no solo su material habitual (esto es, lo que sacaron después de su metamorfosis tras “Nattens Madrigal”) sino que echarán la vista atrás, a sus orígenes en el Black. Por supuesto, aunque lo suponía, esto último quedó en agua de borrajas aunque he visto que en alguna descarga se acordaron de “Capitel I: Troldskog Faren Vild”, el tema que abría su maravilloso debut “Bergtatt”.


No es que ULVER sean pioneros del Black noruego porque ellos llegaron justo con la eclosión del género en 1993, cuando ya muchos nombres famosos estaban incluso entre rejas, pero sí dejaron un poso en la escena con dos obras tan distintas como “Bergtatt” y “Nattens Madrigal”, heterodoxas entre sí y con un paréntesis en medio en forma de álbum semiacústico, “Kveldssanger”. De los coqueteos con el Folk y las atmósferas oscuras mutaron en una propuesta radicalmente opuesta. Los teclados, samplers y demás pasaron a ser moneda común en el universo ULVER. “Theme From William Blake’s The Marriage Of Heaven And Hell” fue el primer paso en un camino de no retorno, de alejamiento del Metal para adentrarse en una amalgama de Avant Garde, Industrial y Ambient, a partes iguales.

Para que luego digan que los seguidores del Metal no son aperturistas, bastantes se subieron al barco y comenzó una especie de culto underground que los de Oslo tradujeron en infinidad de ediciones. Siete discos completos y cuatro EPs desde 1998 es un bagaje significativo para la formación liderada por el incombustible Kristoffer Rygg (otrora Garm en sus inicios, donde compaginó su formación principal con la estancia en ARCTURUS y BORKNAGAR). Paralelamente, los sectores más cultos y con ganas de profundizar de la vertiente alternativa Electrónica descubrieron las bondades y la calidad de ULVER porque, si bien no es mi estilo, cosas como “Perdition City” o “Shadows Of The Sun” poseen la suficiente calidad como para atraer a los seguidores de ese tipo de sonidos.

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Todas estas eran disquisiciones de las que hablábamos redactor y fotógrafo de esta crónica cuando nos acercábamos a la sala Caracol en un viernes noche en el que la lluvia había dado tregua después de unas jornadas pasadas por agua. Otro de los debates versaba en torno a la asistencia y a qué tipo de gente podía sentirse atraída por los noruegos. Cuando accedimos al local, poco después de abrir las puertas, el aspecto era desolador. No llegaba a medio centenar las personas que se encontraban en el recinto por lo que mis sospechas sobre la escasez de público parecían fundadas. Poco a poco, aquello se fue poblando y a las diez, hora programada para el comienzo de la actuación, más de media entrada aguardaba la salida de ULVER. Entre doscientas cincuenta y trescientas personas se puede considerar un éxito.

El eclecticismo era la llave. En pocos conciertos se puede encontrar mayor diversidad. Desde algún metalero despistado (como nosotros) añorando glorias pretéritas a seguidores del Gótico o el Electro Dark, pasando por amantes de lo Industrial, personajes varios y, por supuesto, seguidores de lo alternativo (los cariñosamente denominados “gafapastas”). Aunque musicalmente son como la noche y el día, seguro que más de un seguidor de SUNNO))) o NEUROSIS estaba por allí, ya digo que no por las analogías sonoras sino por la apuesta por el riesgo, denominador común de todos esos conjuntos.

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Con unos minutos de retraso se abrió el telón rojo y comprobamos una configuración de escenario muy poco habitual para los que estamos acostumbrados a cosas más orgánicas. Todo lleno de teclados y máquinas para hacer samplers, al fondo a la derecha se ubicaba la batería y, delante, Daniel O´Sullivan se enfundaba un bajo. ¿Guitarras? Por ninguna parte. Mala señal para un amante del Heavy clásico. En primer plano, junto a Daniel, estaba Rygg y un poco más atrás, el tercero en discordia Tore Ylwizaker. El trío restante son músicos que llevan ULVER en la gira: el baterista Lars Pedersen y más encargados de samplers y electrónica, la altísima Pamelia Kurstin y Ole Halstensgard. Como colofón, una pantalla donde pusieron proyecciones curiosas, inconexas, esperpénticas y algún otro calificativo que, seguro, se me olvida.


Sin aspavientos, con un escueto “hello”, arrancaron con “February MMX” y “Norwegian Gothic”, las canciones que dan inicio a su último trabajo, “War Of The Roses”. El objetivo de ULVER supongo que será crear ambiente, intensidad y un componente emotivo que no alcanzo a vislumbrar. Esto es cuestión de gustos, para qué mentir. Rara vez algo hecho con “máquinas” (entiéndase el sentido) me produce emotividad. Por lo tanto, era complicado que el sexteto lo lograse. Intentando ser objetivo, reconozco que cuando las composiciones eran cortas, sin tampoco atraparme, al menos no me distraigo ni miro alrededor. La expectación y, por qué no, la novedad ante lo desconocido hizo que comenzara bastante enchufado, en especial con “Norwegian Gothic” y su atmósfera lúgubre.

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Desgraciadamente, esto fue un espejismo porque según avanzaba la velada, ese entusiasmo decayó hasta alcanzar, primero, la confusión, y después, el tedio. “England” me pareció un interesante viaje por el Trip Hop de los noventa pero, a partir de “September IV”, no comprendí nada. Los bonitos teclados de esa canción quedaron ahogados en un mar de samplers y los coros evocadores no asomaron por Caracol. Es más, considero que Kristoffer Rygg se pasó prácticamente todo el concierto fuera de tono. Desconozco la razón, tal vez no se escuchaba bien, pero las notas vocales eran raras y, al menos para mí, disonantes. El final de “September IV” fue alargado con distintos soniquetes a cual más desagradable, convirtiendo la sala en una suerte de éxtasis discotequero que a bastantes encantó y a otros, los menos, nos despegó definitivamente de ULVER.

Después de la presentación de “War Of The Roses” llegaba el momento de echar la vista atrás y el protagonista iba a ser “Perdition City”. Ya he comentado que es un disco de calidad pero al ser tan industrial, en directo los temas se hicieron insoportables. “Lost In Moments” alternó sus aires decadentes con los juegos de Rygg con su máquina y en la inefable “Porn Piece Or The Scars Of Cold Kisses” apareció, por fin y después de media hora, una guitarra, cortesía de Daniel. Tampoco nos rasguemos las vestiduras porque, por supuesto, fue un instrumento secundario entre el contubernio judeomasónico de samplers, ordenadores y teclados, pero quede aquí la anécdota de que hubo que esperar seis canciones para que uno de los estandartes de la época dorada del Black noruego sacara a pasear las seis cuerdas.


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Con la batalla ya perdida, “Island” fue el último paso por su reciente producción e, increíblemente, tras “Darling, Didn't  We Kill You?” y sus coqueteos con el Noise suave, desaparecieron del escenario. Escasamente cincuenta minutos era del todo insuficiente para los seguidores que habían disfrutado con la etérea propuesta. No tardaron mucho en retornar con una salva de aplausos, no estruendosa pero sí prueba suficiente de que el respetable demandaba otra ración de Avant Garde. Así hizo ULVER con uno de los temas que más me gustan en disco, “For The Love Of God” de “Blood Inside”. Sin embargo, no logró reproducir esas hipnóticas voces ni el ambiente psicodélico que lo rodea. Tampoco, en mi opinión, evocaron la melancolía de una “Little Blue bird” que resultó intrascendente, extendida con una de las partes instrumentales de “Rock Massif”.

Casi sin querer, estábamos llegando al final cuando Rygg nos comentó que había llegado su momento Punk de la noche ya que iban a hacer una versión de THE TROGGS, aquella banda de Rock británico de los sesenta que popularizó la archiconocida “Wild Thing”. La revisión en cuestión fue de una composición menor de los ingleses, “66-5-4-3-2-1 (I Know What You Want)”. Por supuesto, este rato fue lo más parecido a un concierto de Rock que hubo, si bien la actitud del sexteto se mantuvo en la línea de lo que venía siendo toda la actuación. Otra despedida, que se presumía definitiva, pero no, quedaba un último bis solo con Rygg y O'Sullivan en las tablas para interpretar “Eos”, ensoñación de “Shadow Of The Sun” con la que dijeron adiós.

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Independientemente de que ULVER actualmente no me interesen nada, hay una serie de hechos que no se pueden negar. Hora y cuarto para un solo grupo es poquísimo tiempo, máxime con la extensa trayectoria de los noruegos. Su actitud fría y distante es lo que se les pide, por lo que ahí, ningún problema. Reconocer que los aficionados de esta forma de concebir la música imagino que no quedarían defraudados salvo por la voz de Kristoffer que, para mí, no estuvo a la altura. Con todo, como esto es una impresión personal, mentiría si no dijera, para concluir, que me pareció algo completamente infumable y que sobrepasó, con creces, mi aperturismo. Fui a escuchar lo que leí que iban a tocar (una, una sola referencia al pasado); no la hubo, como presumía. Por lo tanto, mi sensación es que había perdido el tiempo. Para esto, me hubiera quedado en casa escuchando por enésima vez “Bergtatt”.

 

Crónica: Marco-Antonio Romero
Fotos: David Ortego

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