Crónica de Y&T en Madrid

Madrid no es la ciudad más bonita del mundo. Vale, es la urbe donde nací, crecí y he vivido siempre, por lo que no la cambiaría por casi ninguna, pero tiene cosas manifiestamente mejorables, entre ellas su alcaldesa. Aún con el shock del drama del Madrid Arena en cualquier tertulia callejera, el otoño, mi estación preferida, por fin despuntaba en una tarde que amenazaba lluvia. El aspecto del castizo barrio de Lavapiés y su continuación, Embajadores, no parecía denotar que estábamos en viernes, día preferido de la gran mayoría. Las calles, semidesiertas, y la entrada de la sala Caracol con apenas veinte personas esperando para ver a Y&T. Se hacía raro no ver centenares de fans agolpándose en la puerta, para acceder al local buscando ubicaciones que permitieran ver a las huestes de Dave Meniketti en primera fila. ¿Llegaba la crisis incluso para no acudir al concierto de una de las mejores formaciones en directo que existen?

La explicación era distinta. El horario de apertura dejaba entrever que habría teloneros pero no, a la hora de la verdad estábamos ante una velada exclusiva ante YESTERDAY & TODAY y eso, amigos, es apuesta a caballo ganador por lo que la audiencia no falló. Simplemente, la gente entraba con cuentagotas hasta completar el aforo de Caracol. Más aún, la sala tiene una puerta de entrada, un pequeño hall intermedio donde se ubica el ropero y los servicios, y otro portón que da acceso a la zona de actuaciones. Pues bien, este último tuvo que abrirse para que los seguidores del cuarteto de San Francisco pudieran vislumbrar, de fondo, el escenario y disfrutar con estos veteranos incombustibles.

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Cada vez que Meniketti y los suyos pasan por Madrid, hay que acudir a la llamada. Todas las giras que pararon por la capital fueron fantásticas. Podemos argumentar que sin Joey Alves, Leonard Haze o el malogrado Phil Kennemore no es lo mismo pero me parece completamente injusto. Y&T es Meniketti y este hombre es un auténtico dios cuando se sube a las tablas. Jamás he visto a un músico gozar de un don como el que Dave posee: su combinación cantante guitarrista es, literalmente, sublime, emociona desgranando cada nota, entonando cada estrofa.

Los compañeros no solo están al servicio del líder sino que aportan, cada uno a su manera, su granito de arena para que la máquina esté engrasada. John Nymann lleva ya un montón de años de fiel escudero con su rítmica y coros además de, en ocasiones, marcándose un buen solo; Mark Vanderhule no es Haze pero también se deja el alma golpeando la batería; Brad Lang es el que más difícil lo tiene porque Phil siempre estuvo ahí; en los buenos tiempos y en los malos; en la salud y hasta que la enfermedad nos lo quitó. Su carisma y buen hacer al bajo era indudable. No obstante, Lang cumple dignamente porque su presencia escénica es notable y también ayuda en las voces. Con estas premisas, es imposible no salir entusiasmado.

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Al no haber teloneros, la espera se hizo algo más larga pero cuando se apagaron las luces, la intensidad del ambiente subió. Uno a uno fueron apareciendo los componentes del grupo, se enfundaron sus instrumentos y atacaron nada menos que “Black Tiger”, toda una declaración de intenciones ya que, en principio, la gira se anunciaba como celebración de aquel aclamado álbum homónimo. En segunda fila el sonido, incomprensiblemente en Caracol, no era bueno. Completamente saturado, se oía la voz de Meniketti pero el bajo se comía a las guitarras. Parece mentira porque hasta en Arena Y&T habían sonado como un cañón. Sin embargo, esto también tenía truco. Me sorprendió algo que nunca había adivinado cada vez que les he visto. En uno o dos temas llevan coros grabados, en concreto se notó mucho en “Rock & Roll Is Gonna Save The World”. Pecado venial si bien no deberían hacerlo para aumentar, si cabe, su gloria porque siempre he pensado que en los ochenta no eran tan brillantes en vivo como ahora. Me resulta inconcebible porque, para colmo de “bienes”, son capaces de hacer un montón de cambios en el repertorio respecto a los shows de tours pretéritos y consiguieron que composiciones de discos “menores” uno creo que son directamente extraídas de “Earthshaker” o “Black Tiger”.

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Es el caso de “Hard Times”, del infravalorado “Ten”. Cada vez que interpretan un tema de este álbum me pregunto el por qué no está justo en el estadio inferior de sus tres grandes obras (las mencionadas más “Mean Streak”) porque posee un puñado de cortes brillantes que en directo cobran aún mayor dimensión. Como todos tenemos nuestras fobias, la mía es “Dirty Girl”, un clásico absoluto que funciona perfectamente en directo pero que nunca me ha llenado. Viendo la reacción popular, obviamente es mi problema. Tampoco entra dentro de mis favoritas la referida “Rock & Roll Is Gonna Save The World”. De “In Rock We Trust” siempre “Don´t Stop Runnin'” o “Lipstick And Leather”. Para compensarme, “Mean Streak” y volver al paraíso. Para todos los presentes, con el repóker inicial la entrada estaba amortizada. Justo en ese instante, retrocedimos hasta la fila diez o doce y todo cambió. Aunque estudié un año Ciencias Físicas, no llegué a las teorías sobre la acústica porque esos escasos ocho metros supusieron, por fin, disfrutar a tope de un gran sonido.

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Otro trabajo excepcional, “Contagious”, quedó representado por la inhabitual “Rythm Or Not” que jamás les había escuchado encima del escenario. Ese el plus que te dan gente como Y&T o SAXON. No son inmovilistas y, aun habiendo teniendo grandes altibajos de popularidad, defienden lo que han hecho, aunque no fuera exitoso, porque el producto es bueno. Que las circunstancias del mercado, una compañía ineficiente, las modas o vaya usted a saber qué, supongan “Ten” o “Contagious” no estén tan valorados como otras entregas, les da igual porque saben que los auténticos fans, los que pagan por verles en directo, las aprecian y agradecen que les regalen temas “olvidados”. Pero si hay una parada en la discografía de Y&T que me hace ilusión es cuando Meniketti empieza a puntear las notas de “Midnight In Tokyo”, una de las mejores composiciones jamás escritas. Incomprensiblemente, no me convenció la revisión que han hecho en su interpretación, con un inicio un tanto extraño y atípico. Con el cambio de ritmo llega el frenesí pero no se debe cambiar la perfección.

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Aunque no fuera la gira de presentación, Dave no se olvidó del magnífico “Facemelter”, prueba en estudio de la vigencia de la banda. Así, desgranó seguidas “Shine On” y “Blind Patriot”, dos cortes antitéticos (la primera, con más groove y a medio tiempo,  mientras que la segunda es un Hard Rock cañero a lo “Hurricane” o “Mean Streak”) pero que han calado hondo entre los fans. Resultaron un gran preludio para una balada inmortal, “Winds Of Change”, con todo el público coreando el estribillo hasta romperse la voz. Otro de esos temas atípicos que aparece, intermitentemente, en las giras es “25th Hours A Day” de su debut, cuando aún no había acortado el nombre y eran YESTERDAY AND TODAY. Significó una breve pausa porque volvieron a “Facemelter” con, en mi opinión, una composición que puede mirar cara a cara a cualquier otra del grupo: “I'm Coming Home”.

El talento de Meniketti como escrito no tiene límites; tampoco como guitarrista, como demuestra en la preciosa instrumental que cerraba “Contagious”, “I'll Cry For You”, siempre presente en sus descargas. En ese equilibrio entre sutileza y velocidad, “Hurricane” puso el contrapunto y elevó, de nuevo, la temperatura de Caracol que solo bajó un poco con el evitable solo de batería de Mark Vanderhule, un peaje que pagamos gustosos si, como sucedió, el hombre fastidió un poco de su kit y, en vez de parar cinco minutos, Dave dibujó el riff principal de “Contagious”. Nymann y Lang le siguieron y Meniketti se puso a cantarla ante el delirio general. Llegó hasta el segundo estribillo. Como aún el problema no estaba solventado, preguntó que queríamos oír y, entre el griterío, eligió, de las no previstas en el repertorio, “Don't Wanna Lose”, una de las imprescindibles de “Black Tiger” pero no demasiado utilizada en directo últimamente. Nada más empezar, Mark ya estaba dispuesto pero, otra vez, en vez de cortar por lo sano, siguieron hasta completarla. Así es como uno se gana a su gente.


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Con la gente flotando y el viento a favor, Meniketti saltó la banca con “Gimme The Beat”. ¿Qué canción era esa?, se preguntaban muchos. Nada menos que una del oscuro y nada conocido “Endangered Species”, editado en 1997 por Music For Nations. Hablamos de un álbum que no entraría en la categoría de básico para conocer la dilatada carrera del cuarteto pero que no tan malo como alguno puede pensar. Otra cosa más a agradecerles. El emotivo homenaje, cada noche, a Phil Kennemore llega con “Squeeze”, su canción, en la que Dave deja los mandos de la voz a John Nymann. Con ella encarábamos la recta final, de la que huelgan las palabras.

Todo lo que hemos dicho hasta ahora es de matrícula de honor pero el cum laude de los shows de los californianos y algo que cualquier roquero que se precie debe experimentar al menos una vez, aunque no sea un apasionado del grupo, es verles tocar “I Believe In You”. La canción en sí es inmensa pero en el solo final, Dave entra en un éxtasis con su guitarra similar al de, por ejemplo, Glenn Hughes en “Mistreated”. Es una situación que raya el misticismo y que deja a los espectadores rendidos ante Y&T y su líder. Dos minutos de ovación ininterrumpida. Queda su himno, su emblema, “Forever”, que es genial pero, comparada con “I Believe In You”, en mi opinión permanece en un discreto segundo plano interpretativo y sirve para que el respetable se explaye en cánticos, palmas y coros por última vez. Han sido más de dos horas, un regalo para los oídos.

Los vítores y ovaciones pertinentes hacen que el grupo retorno para ofrecernos un tema más. Si digo que “Rescue me” es mi favorita, mentiría pero por ser imposible la elección no porque no sea gloriosa y el cambio de ritmo que tiene aún más. Es de esos pasajes musicales que se te quedan en el cerebro. Cuando arranca la caña los presentes se ponen a botar en una ceremonia que se repite cada noche que Y&T se sube a un escenario. Es el final, se desbordan las emociones. Esto no es un ejercicio de nostalgia, es una banda que está de dulce, capaz de poner frente a frente el peso cuatro décadas de Hard Rock con el reciente “Facemelter” sin sonrojar a nadie. Normalmente, a estas formaciones les pedimos que nos hagan felices con sus temas de toda la vida pero con Y&T haré una excepción: ¡Queremos otro disco porque tenéis mucho que ofrecer aún! Como en este concierto, una maravillosa lección de hard rock.

 

Texto: Marco-Antonio Romero
Fotos: David Ortego

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