LAZARUS A.D. - Black Rivers Flow

Hay algo que me gusta de LAZARUS A.D. Algo que me gustó de su debut y que me sigue enganchando en “Black Rivers Flow”, su continuación. Supongo que es su frescura compositiva, la naturalidad de su sonido, su facilidad para nadar entre aguas cambiantes (y muchas veces turbulentas); un sentido compositivo que le convierte en un grupo divertido, directo, accesible. Música para escuchar con ligereza, en el mejor sentido.

LAZARUS A.D. ha asumido un reto, ha cambiado y ha salido bien parado del trance. “The Onslaught”, su debut, fue un disco que Metal Blade nos sirvió hace un par de años recalentado (otra vez en el mejor sentido): el disco vio la luz en 2007 y su reedición respondía al posterior fichaje por la poderosa escudería. La jugada contaba con explotar un disco muy interesante, material ya creado, y hacer ruido de cara al primer lanzamiento propiamente dicho en su nueva y lujosa casa, “Black Rivers Flow”. Esto importa porque hablamos de unos cuatro años reales entre disco y disco y de la tantas veces peliaguda transición entre la inquietud nerviosa del músico casi imberbe y el poso y la ambición del grupo cuajado y endurecido por la exposición y la proliferación de actividad en directo. Por eso LAZARUS A.D. ha cambiado. “The Onslaught” era un tratado de buenas intenciones, un bien agitado coctel de Thrash clásico y elementos modernos del estilo, riffs y grooves, velocidad y saltos entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado y el futuro. El resultado era francamente bueno cuando ese Thrash clásico tomaba la batuta y guiaba piezas como “Last Breath”, “Revolution”, “Rebirth” o “Forged In Blood”.

Ahora LAZARUS A.D. es un grupo asentado, con más confianza y un estilo más definido, mucho más actual más allá de que nunca han encajado con el revival Thrash más arquetípico entre otras cosas porque sus producciones (con ayuda de James Murphy) son cristalinas y potentes al estilo de lo que viene facturando en los últimos años Andy Sneap. Con una dirección más definida, tenemos un segundo disco en el que el Thrash está reequilibrado con menos old school y más sonido actual, más grooves y más ritmos cercanos a la nueva escuela americana. Más accesible, con más melodías, toques Core y una aparición antes perfilada y ahora constante y frontal de una segunda voz melódica (más Heavy Metal que Emo, haya paz). Estribillos más marcados, canciones más concisas y redondas. Con la energía muy presente pero más controlada.


¿Mejor o peor? A priori se podría opinar en cualquier sentido pero en la práctica LAZARUS A.D. sale airoso. Se ha perdido frenesí Thrash y se han reducido las andanadas de doble bombo de Ryan Shutler, un batería interesante. Los ritmos, los estribillos o la voz limpia ganando protagonismo son noticias aparentemente poco halagüeñas pero el disco funciona porque suena natural, nunca forzado, potente y fresco. Accesible, directo y suficientemente metálico. Gapen y Lackner redoblan su valor como guitarristas y dejan solos de evidente tinte clásico, muchas veces puro Heavy Metal. Una bendición cuando las canciones amenazan con pasarse al lado oscuro del de la nueva escuela americana, el Metalcore ligero y enlatado y otras corrientes nocivas. No sé si este disco puede acercarse a veces (sólo a veces) a AVENGE SEVENFOLD y compañía, pero sé que es mucho más divertido y, por lo que a mí respecta, mucho más auténtico.

Dicho todo esto, no hay que pulsar el botón del pánico. El sonido (impecable) sigue manejando Thrash con ramalazos a los TESTAMENT más rítmicos y a la reciente producción de EXODUS, con algún toque a METALLICA y a los ANTHRAX de la era Bush, cuyo carisma bordaría canciones que le irían como un guante (“Casting Forward” o “American Dreams”). Hay Heavy tradicional y grooves a lo PANTERA. Hay energía y sobre todo hay buenas canciones, ágiles y bien rematadas, con gancho y buenos estribillos. De repente aparecen riffs melódicos que mezclan con el Thrash rítmico y apetecible de “Beneath The Waves Of Hatred” y de repente hay un Metal más agresivo y con una pátina oscura, como en la elaborada “Eternal Vengeance” o en el tema título, que funciona de maravilla con una base de ritmo potente y contagiosa. Hay buenas canciones, sencillas pero redondeadas y con el suficiente atractivo. Y hay un buen trabajo musical con las guitarras al mando. Así que hay, en definitiva, un buen disco. Porque mientras LAZARUS A.D. mantenga el sexto sentido para manejarse con soltura entre escuelas e influencias y mientras siga puliendo un sonido personal y atractivo, será un grupo que merecerá la pena escuchar con un puñado de canciones ideales para pasar un buen rato.

Juanma Rubio

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