NASHVILLE PUSSY: Crónica del concierto en Madrid

Con lo asiduos que son por estos lares NASHVILLE PUSSY muchos pensaran que resultaba innecesario asistir a la céntrica sala Arena o que no aportaba “nada” otro concierto de los de Atlanta. Puede que esas personas estén en lo cierto y, sin duda, hay bandas que resultan más que cansinas (aunque luego siempre hay alguien que se quejará cuando estas bandas no pasen por nuestro país…) pero yo, por increíble que parezca a estas alturas de la película, no había podido disfrutar de uno de los enérgicos conciertos que siempre dan los americanos y de los que hablan maravillas los que los han visto.

Por este motivo, y para una vez que nada se interpone en mi camino hacía ellos, no dejé pasar la oportunidad de acercarme hasta la sala Arena para experimentar, en primera persona, lo que es un concierto de NASHVILLE PUSSY. La verdad es que lo que pudimos presenciar los muchos que acudimos a la llamada de Blaine y Ruyter fue, exactamente, lo que esperaba de ellos. Una lección de Rock and Roll en su estado más puro y descarado.

LAS CHEERLEADERS ASESINAS

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Antes de dar la bienvenida una vez más a los sureños, tocaba recibir a LAS CHEERLEADERS ASESINAS, quienes se encargarían de caldear el ambiente (o al menos intentarlo) durante una media hora, aproximadamente, con su música a medio camino entre el Punk y el Rock bastante apropiada como antesala de la música de NASHVILLE PUSSY.

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“Calibre” fue su primer intento y con ella ya dejaron claro de qué van estos cinco chavales. Desparpajo y actitud a partes iguales fue lo que nos ofrecieron en cortes como “En Tu Cama”, “Rockandrolla” o “Salvaje” ante la escasa audiencia que tuvieron, aunque como la mayoría eran conocidos, amigos o novias les aplaudieron a rabiar.


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Sergio como frontman estuvo correcto, con gafas de sol durante la mayor parte del concierto que le proporcionaban cierto toque de chulería, necesaria sin duda, y cantando los temas con la rabia precisa en cada momento, arropado por los coros de los guitarristas Iñaki y Jorge cuando era menester, mientras la base rítmica de Tito y Luis aportaban solidez al conjunto. La verdad es que la actuación de LAS CHEERLEADERS ASESINAS me sorprendió, no tanto porque me gustara en exceso su música sino por lo bien que la defendieron sobre el escenario.

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Sus canciones no parecen tener demasiadas pretensiones más allá que las de hacer, y hacerles, pasar un buen rato y, al menos en mi caso, así sucedió con “Miedo A Media Noche” y “R´N´R Guerrilla”, con la que se despidieron recibiendo los aplausos de una sala bastante más poblada que cuando salieron, no sin antes dejarnos una personal versión castellanizada del “Got My Mojo Working” de MUDDY WATERS. Entretenidos, sin más, pero muy acordes al cartel.


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NASHVILLE PUSSY

Parece que soplan vientos favorables, en lo que a audiencias se refiere, para NASHVILLE PUSSY que, aunque tienen el “culo pelado” de tocar en todo tipo de garitos y antros de mala muerte, están más que contentos (como me comentaba Ruyter Suys en la entrevista que le hice antes del concierto y que en breve podréis leer en HELLPRESS) con que hayan tenido que programar sus conciertos en salas de mayor aforo durante esta gira. Madrid no fue excepción y la entrada que registraron en Arena (sala bastante más grande que otras donde han tocado en citas previas) fue más que digna. Sin duda buena señal porque a ningún músico creo que le amargue tocar en un escenario más grande, con mejores luces y sonido creándose unas condiciones más favorables para desarrollar su labor. Ellos las aprovecharon, sin duda, para marcarse un concierto lleno de energía y macarrismo, sus mayores señas de identidad.

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¿Hay mejor forma de empezar un concierto de NASHVILLE PUSSY que “diciendo algo guarro”? Eso fue lo que hicieron en “Keep On Fuckin´” para, acto seguido, desatar su particular infierno con “High As Hell”, “Struttin´Cock” y “Wrong Side Of The Gun”, así, del tirón y sin anestesia alguna más que el alcohol que cada uno llevara en su cuerpo que, en según qué casos, era más que suficiente.


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Con un gran juego de luces que dejaba ver al grupo en todo su esplendor, para lo bueno y lo malo porque las pintas de Blaine eran dignas de enmarcar, y un sonido más que decente que, sin embargo, no podía obrar milagros con la voz del líder que los años y los excesos (además de las copas que se hubiera tomado previamente a salir a escena y que casi le cuestan un disgusto en “Gonna Hitchhike Down To Cincinnati And Kick The Shit Otta Your Drunk Daddy” donde, fingido o no, cayó de espaldas y tuvo que ser levantado por un “pipa”) la han relegado prácticamente a ser ininteligible en demasiados momentos del show, continuaron con la primera baza perteneciente a su última entrega “Rub It To Death”, que sonó perfecta y con la misma energía que sus viejos temas, aunque les separen casi quince años. Buen síntoma del estado compositivo actual del grupo.

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Es curioso pero en el seno de la banda encontramos extremos absolutos. El batería Jeremy Thompson con su rictus impasible, que no mueve un músculo más de los necesarios para marcar el ritmo a sus compañeros, estaría en el extremo más “soso”, por decirlo así, de la misma. Luego estarían la nueva bajista Bonnie Buitrago, que cumplió con su labor pero que no fue protagonista en absoluto pagando un poco el papel de “nueva”, y Blaine, que estuvo activo marcándose su bailecito sureño habitual y moviéndose lo justo por el escenario pero al que el exceso de alcohol mermó en parte. Finalmente estaría el que, a día de hoy, es el pilar del grupo en directo por encima de su compañero sentimental. Ruyter Suys es, posiblemente, la tía con más “pelotas” que he visto en directo. La palabra actitud creo que se le queda corta. Frenética, sin darse un respiro, arrodillándose y contorsionándose, aportando poses y gestos obscenos para la galería mientras machaca su guitarra y se desgañita en los coros encandilándonos a todos sin necesidad de enseñar el sujetador. Me habían hablado de ella y la había visto en vídeos pero gana en persona muchos “enteros”. Sin Blaine no puede existir NASHVILLE PUSSY, eso lo sabemos todos pero, sin la banda, ella tampoco.

No quisieron abusar de “Up To Dossage”, a pesar de las buenas críticas que ha recibido, descargando el tema que le da nombre junto a la citada “Rub It To Death” y “Everybody´s Fault But Mine”, que se diluyeron entre clásicos del tipo “She´s Got The Drugs”, “Go To Hell” o la ineludible versión de KOKOMO ARNOD “Milk Cow Blues” como los hielos en una copa de Jack Daniels.

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Con un ritmo tan frenético estaba claro que no quedaba demasiado para la finalización del show y se dejaron la artillería pesada (sí, la más “pesada”) para la recta final que arrancó con la sucia y macarra “Snake Eyes” empalmada a “I´m The Man”, ambas de su debut, con Ruyter gritando al micro como si no hubiera mañana, poniendo el punto y seguido con la celebrada y fiestera “Why, Why, Why” en cuyo final la rubia guitarrista nos escupió Jack Daniels a las primeras filas.

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No arriesgaron en su vuelta a las tablas y apostaron sobre seguro con otro par de cartuchos de “Let Them Eat Pussy”. La hímnica “Go Motherfucker Go” en la que el público fue el que gritó el estribillo y donde Ruyter volvió a arrodillarse una vez más para ejecutar el solo, marchándose con “You´re Going Down” mientras la guitarrista volvía a hacer de las suyas derramando un botellín sobre la primera fila y arrancando todas las cuerdas de su Gibson en señal de que no habría más temas esa noche. No era necesario, la lección ya estaba dada.

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Es posible que las visitas anuales de NASHVILLE PUSSY terminen cansando a más de uno, o incluso a más de dos, pero yo prefiero ver por enésima vez a un grupo que se entrega de esa manera a su público que a determinadas estrellas consagradas que no aportan ningún feeling. Y no me considero un seguidor furibundo del cuarteto de Georgia pero, desde luego, la infinidad de conciertos que llevan a sus espaldas hace que, en directo, estén a años luz de muchos grupos y sean “ley”. Si nada me lo impide (y Blaine no nos da un “susto” porque no lleva una vida precisamente “saludable” a sus casi cincuenta años), en su próxima visita anual repetiré.

 

Crónica y fotos: David Ortego

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