SIX FEET UNDER - Crypt Of The Devil

Chris Barnes, reconocido consumidor de cannabis, escondía chinas entre sus rastas para pasar los controles de seguridad en los aeropuertos. Durante años y sin ningún problema, gira tras gira. Además de un consejo creativo para quien gaste ese peinado y no quiera tener problemas con la policía, especialmente de ciertas partes del mundo, es lo más interesante que tenía para contar sobre Chris Barnes. El resto ya se sabe y de hecho el tipo lleva viviendo de ello desde que escuchábamos la música en walkman. Los más jóvenes, buscad walkman en Google: así era la vida antes. Mi tentación de casi-viejo es decir que entonces todo molaba más pero me contendré y lo dejo en que algunas cosas molaban claramente más. Entre ellas, Chris Barnes. Que tiene ya 48 años, por cierto. Tempus fugit.

Chris Barnes, en un pequeño manual para despistados, fue el primer y legendario, las cosas son como son, cantante de CANNIBAL CORPSE. Casi padre fundacional de las voces más monstruosamente guturales y las letras más visceralmente horrendas, su influencia en la escena extrema resulta imposible de obviar. Eso es un hecho tan asumible como que puso voz a los cuatro primeros e hiperclásicos discos de un grupo al que después le ha ido de maravilla sin él y que probablemente ha hecho en la última década la mejor música de su carrera. Si en algún momento de su vida ha echado de menos a Barnes, lo ha disimulado de maravilla. Este se concentró en SIX FEET UNDER, el grupo paralelo que montó con Allen West de OBITUARY y que pasó a ser su banda madre cuando salió de CC en 1995, justo cuando dejó de ser interesante después de editar un bien digerible debut, “Haunted”. Desde entonces, SFU y Barnes han ido de la mano en picado pero siguen ahí, veinte años después. En un sello gordo, con una tonelada de discos en la chepa y succionando una atención mediática que musicalmente seguramente no han merecido. Hay aproximadamente cinco millones de grupos de Death Metal mejores que este en el mundo, por suerte, pero ahí continúa Barnes en las revistas y los festivales, dando la matraca con una banda que al menos está intentando dejar de ser una simple parodia de sí misma. Algo es algo.


Barnes ha basado todo este enorme tramo de su carrera en reciclar su propia fórmula, de por sí reciclada demasiado pronto. Su Death Metal básico, groovie, que escarceaba con el Death and Roll y en buena medida accesible alcanzó tintes verdaderamente insufribles cuando quiso convertirse, y seguramente lo logró, en el grupo de Death Metal para aquellos a los que no les gusta el Death Metal. Fue la época de discos como “True Carnage” o “Bringer Of Blood”, aburridísima en lo musical, con su universo de terror gore y lascivo reducido a parodia y la voz de Barnes convertida en un crispante y monótono martillo pilón que arruinaba lo poco que se podría haber salvado de la música. Como todo esto no era suficiente, el aderezo final fueron sus tres “Graveyard Classics”, revisión en formato SFU, por decirlo de alguna manera, de viejos clásicos que Barnes creció escuchando. El segundo, y lamento convertir el mundo en un lugar un poco peor para quien no lo sepa o no lo recuerde, era una versión completa de “Back In Black” de AC/DC. Un espanto alienante. Una cagada grosera que, quién sabe, quizá gustara a Anders Friden. Él, como experto en la materia, sí debe valorar un buen trabajo de destrucción de una reputación.

Pero en los últimos tiempos Barnes ha debido darse cuenta, entre pipa y pipa, de que la cosa no iba exactamente bien y que tenía que darle una vuelta al asunto. En estos últimos cuatro años ha editado tres discos que no son nada del otro mundo, absolutamente nada, pero que han insuflado un mínimo hálito de vida a lo que era un cadáver musical. Ahora es al menos un zombi, en un paralelismo que a Chris Barnes le encantaría (va por los viejos tiempos, colega). Pensémoslo así: mientras graba estos discos al menos no está pergeñando un “Graveyard Classics IV”. Repensando la fórmula y tras un correcto “Undead”, trabajó con el guitarrista Ola Englund en el siguiente y correcto “Unborn” y con la plana mayor de CANNABIS CORPSE en este correcto “Crypt Of The Devil”. A mi me sigue aburriendo pero reconozco que algo ha mejorado la cosa.

Componiendo con músicos evidentemente amantes de CANNIBAL CORPSE y liderados por ese freak metálico que es Landphil Hall, también al frente en MUNICIPAL WASTE, Barnes ha mejorado lo suficiente para editar un disco que no da vergüenza ajena y que tiene un par de puñados de ideas interesantes, generalmente demasiado dispersas entre una montaña de residuos que se dividen en las categorías de “esto ya lo he escuchado un millón de veces” y “cielos, vuelve a repetir lo mismo otra vez, otra vez, otra vez…”. No veo nada de malo en la repetición de clichés y asunción de parámetros estilísticos en el mundo del Metal y no tengo problema en ingerir dos o tres clones de EMTOMBED, SUFFOCATION o DISMEMBER al mes. El problema no es el qué sino el cómo y SIX FEET UNDER sigue siendo un grupo en líneas generales aburrido, con la violencia enlatada y un cantante que a día de hoy es Chris Barnes imitando al monstruo de las galletas.


Dicho esto, la aparición de los músicos invitados da al conjunto un puñado de riffs que están entre lo mejor que ha hecho el grupo en bastante tiempo y algunos pasajes de un Death Metal mucho más efectivo y real que lo que llegó a ser habitual, de los ecos a CANNIBAL CORPSE y toques old school casi suecos hasta recuerdos a CARCASS. Hay momentos en los que los grooves musculosos y repetitivos son efectivos y las partes más rápidas y un-poco-más-técnicas verdaderamente furiosas. Pero en general esos brotes verdes (que Barnes se fumaría alegremente) no se sostienen durante varias escuchas completas y rara vez afectan a canciones enteras. Lo mediocre y lo directamente malo acaban ganando la partida casi siempre, quizá con la excepción de la inicial “Gruesome”, la mejor canción que le recuerdo a SFU desde hace una eternidad, “Open Coffin Orgy”, “Stab” o “Compulsion To Brutalize”. Ahora bien, ¿alguna de esas canciones me parece verdaderamente sobresaliente? No. Ni siquiera “Gruesome”. Son lo mejor de este disco y lo mejor que puede ofrecer hoy por hoy SIX FEET UNDER. Algo apenas superior al aprobado raspado.

Esto es lo que hay. A los aficionados de SIX FEET UNDER que han tragado con algunas de las cosas editadas hasta hoy por el grupo, esto les puede parecer uno de los diez mejores discos de la historia. A mí me sigue pareciendo que hay un trecho importante entre sacar la cabeza del fango y hacer algo verdaderamente brillante. Me sigo aburriendo y me sigue molestando más que otra cosa el actual Chris Barnes, y ahora hablo puramente del cantante. A los que lleguen de casualidad a este “Crypt Of The Devil” y les guste, les diría que investiguen y profundicen: hay mucho Death Metal muchísimo mejor por cada rincón del mundo. Y a los que son aficionados al género y son fieles al grupo, un saludo afectuoso. Para gustos, colores. ¿No?

Juanma Rubio

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