THE WINERY DOGS - The Winery Dogs

La historia del Rock está jalonada de algunas bandas a las que los medios especializados denominaron “supergrupos”. Son aquellos que se formaron integrando en sus filas a grandes músicos provenientes, a su vez, de otras grandes bandas y que, por el talento acumulado generaron mucha expectación. A finales de los sesenta recibieron ese calificativo CREAM y BLIND FAITH; en los setenta bandas como E.L.P., BAD COMPANY o JOURNEY. En los ochenta la categoría se nutrió de grandes grupos como ASIA, BAD ENGLISH, BADLANDS o DAMN YANKEES y en los noventa tuvimos a DOWN, A PERFECT CIRCLE, por citar sólo a un par de ellos. Ya entrados en el siglo XXI VELVET REVOLVER y CHICKENFOOT entre otros y en la presente década podemos citar a UNISONIC, ATOMS FOR PEACE o los que ahora nos ocupan: THE WINERY DOGS.

Siempre se pusieron muchas expectativas en dichas bandas y la verdad es que de casi todas pueden decirse las mismas dos cosas: hicieron grandísimos discos y tuvieron una existencia muy efímera porque en muchos casos los integrantes de estas “superbandas” terminaron retornando a sus “grupos nodriza”, abandonando los proyectos iniciados en compañía de otros superdotados musicales. Esperemos que no sea este el caso de THE WINERY DOGS, porque el debut que ahora paso a comentaros es un disco sensacional, en mi modesta opinión. Pero vamos al lío.

Dicen que el germen del grupo se sembró cuando Mike Portnoy (batería) y Billy Sheehan (bajista) andaban buscando un guitarrista para un proyecto y el famoso periodista americano Eddie Trunk les recomendó el nombre de Richie Kotzen, con quien Sheehan ya había coincidido en MR. BIG. La elección no podía haber sido más acertada porque, como se suele decir, se juntaron el hambre con las ganas de comer. Kotzen, de larga trayectoria en solitario hasta ese momento, andaba dándole vueltas a la idea de integrarse en un grupo de nuevo para poner su creatividad al servicio de otros talentos compositivos.


Una “jam session” a principios de 2012 ya vio el nacimiento de tres canciones y a lo largo del año se intercambiaron archivos que fueron dando cuerpo a un material que recoge las esencias del mejor Hard Rock de las últimas cuatro décadas. Ya en el mismo arranque de “Elevate”, que ha sido el primer single del disco, apreciamos la gran influencia de MR. BIG en un grupo que ni esconde dicha ascendencia ni maldita la falta que le hace. El característico sonido de bajo de Billy Sheehan impregna de arriba abajo un tema agraciado por la soberbia voz de Kotzen, que por momentos recuerdo poderosamente a Chris Cornell, y por unas melodías de guitarra verdaderamente excelsas.

Más funky es “Desire”, un corte en el que es imposible no tener en mente a los DEEP PURPLE del Mark IV, aquel en el que Tommy Bolin empujo al grupo por los sonidos del Funk Rock que tanto odiaba Ritchie Blackmore. La voz de Kotzen recuerda aquí poderosamente a la de aquel David Coverdale que empezaba a convertirse en el dios del Rock que acabó siendo.

Otra de las claves de la maestría musical de THE WINERY DOGS es la soberbia batería de Mike Portnoy, alguien que no merece mucha presentación y que, desde que abandonó DREAM THEATER, se ha convertido en uno de los “mercenarios de lujo” que todo proyecto de relumbrón desea tener en sus filas. Su sonido se ha “Bonhamizado” al máximo y es un verdadero placer sentirle tan contenido y, a la vez, tan pletórico. Si a lo dicho le sumamos los tremendos riffs de guitarra de Kotzen (con el permanente acompañamiento del bajo de Sheehan) y un estribillo pegadizo a tope tenemos “We Are One”, un cañonazo de Hard Rock moderno pero, a la vez, dotado de sabores clásicos. Al bajar un poco el pistón en “I´m No Angel” el grupo se abre a sonidos sureños y nos demuestra su gran versatilidad.


No obstante donde el grupo brilla con descaro es en los temas de ritmo más acelerado. Es el caso de “The Other Side”, un tema vibrante, lleno de brillo y alegría en el que vemos cómo Ritchie Kotzen conserva todo el alma del “guitar-hero” que siempre ha sido mezclándolo con toques de elegancia y una pizca del alma progresiva que aporta el siempre magistral Portnoy. Un temazo se mire por donde se mire que demuestra que este grupo puede dar muchísimo de sí.

Mucho más “comercial” es la semi-balada “You Saved Me”, un tema en el que de nuevo comprobamos que en este proyecto las canciones son lo que importa frente al extraordinario virtuosismo musical de los tres miembros del grupo. Algo que debemos agradecer los amantes del buen Hard-Rock y los seguidores de estos grandes músicos. Siguiendo con la avalancha sonora “Not Hopeless” permite que nos fijemos con algo más de detalle en el característico sonido de bajo de Billy Sheehan y de su espectacular técnica llenando cada segundo del tema con su soberbia técnica y sus espectaculares solos. Si encima Mike Portnoy no para de hacer de las suyas por debajo mientras Kotzen y Sheehan se doblan en plena acrobacia digital está claro que los amantes de los ritmos intrincados y de los acordes imposibles también tienen en THE WINERY DOGS la oportunidad de gozar al máximo.

El disco continúa por derroteros de sonidos “vintage”, aromas retro y esquemas que no por ya oídos dejan de tener una magia arrebatadora. “One More Time” podía haberse incluido en cualquiera de los discos de la “Serpiente Blanca” de finales de los setenta. Tal es el timbre “coverdaliano” de la voz de Kotzen, el verdadero descubrimiento de un disco que debería ser rápidamente secundado por un nuevo trabajo que confirme que no estamos ante un proyecto pasajero. Y es que una de las cosas que más me gusta de este disco debut es que podemos escuchar un poco de todo. “Damaged” es un corte de aires melancólicos en el que vemos reminiscencias del Pop de los 70 merced a unas guitarras esbozadas, una sección rítmica minimalista y una melodía vocal poderosa y tremendamente melódica. Una demostración más de lo mucho (y muy bueno) que puede ofrecer este supergrupo.

En “Six Feet Deeper” volvemos al espíritu de los añorados MR. BIG con esa batería rampante, el bajo desbocado y las melodías arrebatadoras. Está claro que si pudieran podrían recoger el testigo del grupo de Eric Martin y Paul Gilbert. No en vano Kotzen y Sheehan han sido parte de esa gran banda que tantos grandes momentos nos dio en los noventa.


Abordando la recta final del disco nos sale al encuentro “Time Machine”, una canción que rezuma aires “zeppelinescos” con Kotzen subiendo a lo Robert Plant y Portnoy machacando su kit como lo hiciera el gran Bonzo. Un tema épico, denso y a la vez brillante que nos vuelve a dejar con la boca abierta. Y encima los fans de Kotzen tienen ración extra de solos de guitarra estratosféricos que demuestra que sigue siendo uno de los mejores guitarristas del panorama actual. “The Dying” es un remanso de paz electrizada de furia contenida con un Mike Portnoy soberbio y un Kotzen desatado en un delirio de solos de guitarra sin fin que demuestran que su fama de “shredder” ha pasado a mejor vida para dar paso a un guitarrista de cuerpo entero que controla el tono y se arropa de un sonido verdaderamente épico. Es uno de los mejores cortes de un disco que se cierra con “Regret”, un pedazo de Blues como la copa de un pino trufada de piano, órgano, voz rota, cálida y emocionante.

De veras que si algo es absolutamente deslumbrante en este disco es la voz de Ritchie Kotzen. Todo lo demás es magistral: las composiciones, la ejecución, el virtuosismo… pero la voz de Ritchie es sencillamente genial. Repito: ojalá no sea flor de un día y THE WINERY DOGS encuentren su hueco en el panorama del Hard Rock internacional. Se lo merecen plenamente.

 

Carlos Fernández

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