WINDHAND - Soma

En medio de los osos de Virginia, se alza un grupo tan poderoso como este animal, WINDHAND. Con la misteriosa Dorthia Cottrell al frente como vocalista y la titánica rítmica conformada por un muro de guitarras obra de Garrett Morris y Asechiah Bogdan (que pasó por las filas de ALABAMA THUNDERPUSSY brevemente en sus orígines) y los pulsos constantes de Ryan Wolfe tras los parches, el grupo se completa con el bajista de COUGH, Parker Chandler. Con “Soma” llega su segundo trabajo completo, con una sola idea en mente, hacernos entrar en puro trance eléctrico y oscurantista, como si un mar de decibelios nos empujaran hacia la psicodélica maldad de los sesenta y setenta, sin movernos del sitio.

Vaya por delante que “Soma” no hace concesiones. La voz de Dorthia se torna susurro, un elemento más entre las murallas sónicas de sus compañeros de viaje, y la frialdad del sonido y el férreo devenir de las composiciones, que se extienden hasta el infinito, no son los ingredientes más amables para el público no acostumbrado a estos pasajes sonoros. Es la banda sonora ideal para un fantasmagórico cementerio de piedra enmohecida que despierta cada noche al ritmo martilleante de los temas de WINDHAND. Tan denso como el bosque que le sirve de portada al disco, “Soma” es un trabajo inmóvil y crudo, delicia de unos cuantos, martirio de otros muchos.

Hecha la advertencia, si te gustan sonidos envolventes y al mismo tiempo impenetrables como los de COUGH o ELECTRIC WIZARD (éstos últimos con quienes más paralelismos se pueden sacar), que beben directamente de BLACK SABBATH o BLACK WIDOW, pero lo trasladan hacia el extremismo más radical, tanto sonoro como temático, entonces te gustará “Soma”. Todos los ingredientes que puedes buscar en un grupo de estas características capaz de cerrar con un tema de más de media hora de duración (“Boleskine”, con su larguísimo desvanecido que acaba en medio de una ventolera y el crepitar de un vinilo), y quedarse tan a gusto, están presentes.


En las seis composiciones de “Soma”, WINDHAND no inventa nada que los grupos citados no hagan, pero sí consigue un aura de maldad y una oscuridad, derivada de la repetición estructural y del sonido lejano y casi “enlatado”. Los cortes, ya duren seis minutos como “Orchard” o la acústica y brutal “Evegreen”, tan teatral como tétrica, o ya duren casi diez como “Woodbine” o “Feral Bones” (no digamos ya el citado “Boleskine”) van desarrollándose de igual manera: lenta, aletargada y majestuosa al mismo tiempo. Todo sin que lo individual robe protagonismo al conjunto, ni en solos, ni en las voces de Dorthia, y esta sensación se consigue por la forma de componer obsesiva y el sonido frío y resbaladizo, casi cacofónico.

Aunque “Orchard” puede ser el corte que más resalte, dejando a un lado “Evergreen” por salirse de la homogeneidad del conjunto, lo cierto es que todo “Soma” consigue enganchar poco a poco de forma tan obsesiva como su propia música. Los riffs petrificados y distorsionados, sólo relajados por algunos solos y pasajes acústicos, y la batería mecánica y taladrante, son los guías para tan particular camino, mientras que Dorthia, que parece por su voz como si Ozzy Osbourne se hubiese metido en una cueva y grabase en la distancia, nos hace estremecernos. Su voz transcurre al principio sin darnos cuenta, por su lejanía y opacidad, sin casi resaltar sobre la tormenta decibélica, pero poco a poco actúa de manera adictiva, dejando a un lado su momento de lucimiento en “Evergreen”, que por atípica y situación en medio del disco, sirve de descanso estructural y argumental.


Será difícil entre tanto tono grisáceo y cerramiento estilístico, que estómagos no preparados comulguen con WINDHAND, pero “Soma”, sin llegar al rango de disco esencial, sí es un trabajo sobresaliente, de esos a los que se recurre de manera reiterada simplemente para cerrar los ojos y dejarse llevar, pues aunque estemos ante la banda sonora de una película de terror ambientada en la soledad de los sepulcros, la capacidad de absorción será máxima. Muy recomendable.

 

Raúl Ureña

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