CONAN - Blood Eagle

No escuché “Monnos”, el disco con el que CONAN se presentó en sociedad hace dos años. Así que recibí este “Blood Eagle” sin ningún prejuicio ni idea preconcebida -inputs, dicen ahora los modernos- y me quedé literalmente boquiabierto con los casi diez minutos de “Crown Of Talons”, una presencia de arquitectura gigantesca y sombra amenazadora. Los riffs tienen esa pulsión que les alinea con el latido del universo, un rasgo que es propiedad sólo del mejor Doom Metal. El bajo es corpóreo y persistente y la voz es una breve letanía que reverbera muy lejos, al fondo de una montaña de guitarras imposiblemente graves. Durante casi 45 minutos, el despliegue de CONAN es apoteósico, descomunal: épico. “Blood Eagle” es un alegato purista en versión mastodonte, la prueba del carbono 14 para ese casi excéntrico apelativo de Caveman Battle Doom que ha convertido en lema y bandera este trío de Liverpool.

 


Hay desde luego en la música de CONAN mucho de los cielos grises y las siluetas industriales de la Inglaterra profunda. Pero también hay una insondable vibración atávica, un orgullo casi medieval y una aproximación a los temas y los instrumentos propia de hombres de las cavernas. Esto es Doom lánguido y miserable, pero también Stoner y un proto Heavy Metal tallado en roca. Los riffs son memorables y se suceden en bucles dantescos, como tiene que ser, pero los ritmos se desbocan en cuanto tienen ocasión. De BLACK SABBATH se pasa a SLEEP y HIGH ON FIRE y de ahí a los primeros ISIS, a unos ELECTRIC WIZARD sin psicodelia o hasta unos KYUSS en formato ultra Heavy.

La impresionante naturaleza muerta de “Crown Of Talons” como inicio y la robustez Doom de “Altar Of Grief” en el cierre amurallan de forma hermética el disco, dos piezas y más de 19 minutos totales que definen lo que es CONAN, un mejunje oscuro y poderoso perfectamente condimentado en el estudio del cantante y guitarrista, Jon Davis. Todo está en su sitio: las partes lentas son ominosas, las oscuras claustrofóbicas, los medios tiempos una carga de caballería pesada que te cruje las costillas y las partes más desatadas, un sucio miasma que condensa ese efecto tan propio de Matt Pike en HIGH ON FIRE: tomar prestados riffs Thrash y pasarlos por su batidora Stoner/Doom. Hay bastante de eso en “Total Conquest” y “Foehammer”, dos sacudidas sísmicas que demuestran que el disco se mueve. Lentamente, pero se mueve… Un contraste dentro de la limitada paleta de colores que se obliga a manejar CONAN, con el máximo acierto, con respecto a la sabbathica y casi setentera “Gravity Chasm”, una maravilla que escupe esquirlas de nobleza metálica.

"Blood Eagle": el águila de sangre era un viejo rito nórdico reservado para castigar los delitos más deplorables. Se abría a la víctima desde la columna vertebral y se sacaban por la espalda las costillas a modo de alas sobre las que se colocaban los pulmones. La herida abierta se cubría después con sal. La imagen es visualmente tan poderosa y conceptualmente tan sobrecogedora que encaja con este disco de una forma casi perversa. La música de CONAN, sin embargo, es violenta en el sentido más formal, en su propia concepción. En su resultado final es una sombra titánica que se alarga sobre el oyente. Música para sentir, para evadirse, si se quiere para escuchar con poca luz y ninguna compañía. Música para viajar muy adentro de los propios pensamientos o muy lejos de cualquier vínculo con este mundo. Así tiene que ser el buen Doom Metal, así es desde luego “Blood Eagle”.


 

Juanma Rubio

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