Clisson tomado por mareas de metalheads en pleno periodo electoral
- Crónica de la segunda jornada: AMORPHIS y un trío de Black Metal noruego en Hellfest 2024
Como todos los años desde hace ya mucho, mucho tiempo y salvo pausas indeseables, Clisson y las localidades aledañas, sus viñas y sus campos, volvían a ser tomadas por decenas de miles de metaleros venidos de todo el mundo para asistir a Hellfest Open Air 2024. No era desdeñable la cantidad de británicos y españoles, así como gentes venidas de Latinoamérica, presentes en el festival, entre otras muchas nacionalidades.
No obstante, eran los espectadores franceses, evidentemente, los que predominaban entre la enorme masa. Seguramente por esto, a nadie le era ajeno la importante llamada a las urnas para elegir gobierno de la República de Francia, en unas elecciones que estaban a punto de acontecer coincidiendo con el festival y que tenían, como pude comprobar, preocupados a muchos asistentes.
Dejando al lado el tema político, que era un tema recurrente dentro del festival, muy pronto me di cuenta que Hellfest es un evento especial y diferente, una peregrinación que es digna de realizarse por el mimo y el detalle que se respira ya desde la llegada al aeropuerto de Nantes, a Clisson o al propio festival y sus instalaciones.
Si bien es cierto que, en comparación con otros festivales, Hellfest roza la excelencia e incluso el lujo innecesario, detrás de su cuasi perfección hay sensaciones encontradas en algunos asistentes, según la experiencia que deseen vivir.
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Y es así porque los organizadores plantean una filosofía particular y distinta respecto a la de otros tantos grandes festivales europeos dedicados al Metal, dicho de manera genérica, con todos los estilos que puedan entrar ahí. Su manera de entender el concepto de festival es mucho más amplio que el de una sucesión de conciertos, con un nivel de opciones de esparcimiento notables, lo cuál requiere de importantes infraestructuras y de mucho, mucho espacio. De hecho, demasiado, y de ahí sus problemas.
La vida en Infernopolis y alrededores
Si lo que uno pretende es asistir a una experiencia para los sentidos (y los bolsillos) este festival es el sitio ideal: pasar cuatro días imbuido por la grandeza de las infraestructuras (los accesos, las fachadas de cada rincón, los patrocinadores, hasta los baños…) sus esculturas, las llamas y fogonazos… Hellfest no parece tener rival, por no hablar de la gama gastronómica en cuanto a restaurantes y bares.
No todo (afortunadamente) son negocios en Infernopolis, que deja cabida a organizaciones dedicadas a la protección animal, a la reforestación o a la protección de madres e hijos en riesgo de exclusión social. Pero bueno, que si lo que te apetecía era comprarte una moto, ahí las tenías… un puesto de Harley-Davidson. También herramientas para arreglar “la burra”, nada más y nada menos que las de Wera Tools (que ya han patrocinado al festival Summer Breeze alemán en otras ocasiones) o guitarras ESP… hasta una sucursal de un banco. Todo esto además de lo más o menos habitual de otros festivales: multitud de discos, joyas, prendas, hasta videojuegos vintage… el que llega allí con la cartera o la tarjeta fresca, se vuelve tiritando.
Esta parte lúdica y comercial tan destacada en Hellfest acentúa, por desgracia, la cantidad de asistentes que van para figurar, con colas de más de dos horas para comprar la camisetas oficiales del festival y dejar constancia de que estuviste allí. Si siempre ha existido este perfil de comprador de abono de grandes festivales, aquí es un porcentaje muy, muy notorio, y para este público más generalista o despreocupado por lo que ha sido la esencia de la música en directo, lo que vive en Clisson es de lo más gozoso y placentero.
Ahora, si eres un asistente cuyo placer reside en ver todos los conciertos posibles y con unos estándares mínimos, ahí empiezan los problemas. Dejando a un lado la calidad de sonido, que es impoluta, hay otra serie de requerimientos para poder disfrutar plentamente de un show o en este caso una sucesión de shows. Si quieres ver las actuaciones completas de tus grupos favoritos, cuando son seguidos y son en escenarios no contiguos, es inevitable invertir unos diez minutos (a la carrera y esquivando cientos de personas) habiendo en ocasiones solo cinco minutos de diferencia entre el final de una actuación y el principio de otra. Y eso, además, si no se solapan.
Hellfest y su enorme oferta de actuaciones
Además, hay una trampa mental en la que siempre solemos caer cuando vemos tantos conciertos interesantes concentrados en cuatro días: lo que de entrada puede parecer algo fabuloso, no es más que una pega. Al final, en un festival tan grande casi siempre se solapan actuaciones que quieras ver, con la necesidad de elegir qué te apetece ver más. Si eso ya pasa en muchos festivales con varios escenarios, en Hellfest la cuestión llega a ser exagerada.
Y esto de la cantidad de artistas notoriamente excesiva, nos lleva a otro problema porque el tiempo del día es limitado. Cuando tienes tantas bandas programadas, obligas a empezar conciertos a las 10:30 de la mañana y también recortas notablemente los sets, siendo realmente escasos en muchas ocasiones.
Después de esta larga introducción, pasamos a desgranar lo que fueron los conciertos. En general, reflejaron un altísimo nivel de los artistas (salvo una excepción vergonzosa) pero también casi siempre dejando un regusto agridulce, dado el escaso tiempo sobre el escenario de muchas bandas. Evidentemente, por desgracia hubo que perderse dados los horarios intempestivos algunos conciertos, ya que el cuerpo demanda el descanso adecuado para poder seguir el ritmo de cuatro días.
Una tétrada de jornadas intensivas, sacando tiempo para hacer las fotos y crónicas lo más dignamente posible, cubriendo además los imperativos fisiológicos inevitables de por medio, y todo ello sin desfallecer.
IMMOLATION
¿Qué mejor manera de empezar el festival que viendo a IMMOLATION, una leyenda del Death Metal técnico tan dominante? Los estadounidenses siguen encarnando la perfección, la brutalidad y la sensación de ahogo que provoca su música… algo en lo que son maestros. Pero todo ese halo legendario viene de la mano de humildad que se percibe en detalles, como ver a Ross Dolan apañar por si mismo su micro con un poco de cinta adhesiva minutos antes de empezar a descargar.
Esos instantes previos a su ataque fueron de total elegancia y mimo en la preparación de sus actuación, buscando el sonido más excelso posible, probando los instrumentos con calma a pesar de ir contrarreloj. “An Act Of God”, “All That Awaits Us” u “Overtures Of The Wicked” fueron algunas de las piezas elegidas en su cortísima actuación. Se me pasó volando y, si no miré mal el reloj, fueron solamente 37 minutos de show. Acortaron tanto que, varios minutos antes de que empezara (DOLCH), ya se habían marchado, dejando su franja de tiempo sin aprovechar al completo.
Además de la garganta cavernosa de Ross, pude volver a impresionarme con el estilo tan particular de tocar la guitarra de Robert Vigna, capaz de pasar de lo más mecánico y serio a tener casi espasmos, del rictus más gélido y concentrado a lo más furioso y fuera de sí… pero todos esos cambios de ánimo fugaces se producen siempre con total control de las cuerdas. Mucho más estático fue su otro guitarrista, Alex Bouks, que también toca de maravilla, pero pasa desapercibido respecto a Vigna. De cualquier modo, el conjunto prima sobre lo individual, e IMMOLATION volvió a parecer un señor grupo.
Los neoyorquinos hicieron gala de una imagen cuidada y plasmaron sus canciones abrumadoras en nuestra cara. Fue la tercera vez que veía a la banda (curiosamente siempre en el entorno de un festival) y fue la tercera vez que me dejaron anonadado. Volverán en septiembre, o eso nos dijeron, además de dirigirse al público para agradecernos nuestro apoyo. Espero que la próxima vez sea un concierto de mayor duración en el que podamos paladear más de sus riffs intrincados y pesados, saciarnos, porque esto no fue más que un bocadito que se escapaba entre los dientes.
(DOLCH)
Los germanos (DOLCH) pusieron la nota distinta al inicio del festival, que no dudaron en regar nuestros oídos con su propuesta de Gothic Metal con toques de Metal Extremo. Con M a la voz como personaje central del escenario, la banda creó un ambiente de oscuro chill out. Junto a ella, el abecedario incompleto: A en la guitarra y N al bajo, ponían el acento más ruidoso de fondo, para que no olvidásemos su toque de Black Metal, mientras que T apoyaba a las voces. P y sus gafas de sol a la batería también se hicieron notar.
Volviendo a la más protagonista, M se pasó todo el show bailando con las manos porque no se podía mover de su atril, desde donde tocaba un pequeño teclado y hojeaba unos folios a sus pies, entiendo que con las letras de las canciones. Encandilante su voz, bonita y melódica, acompañada de sus sugerentes movimientos… una frontwoman distinta, sin duda, pero acorde a la propuesta musical de la banda.
Y esa propuesta no es otra que la de respirar despacio y abstraído. Allí se respiraba una atmósfera de quietud casi fúnebre… una calma que llegó a dejar parado al grupo durante un minuto hasta darle inicio a la introducción de su cuarto tema. Con tan poco tiempo, ni eso te lo puedes permitir. Al menos esa cadencia funcionó, llevando la calma a la audiencia, agradablemente congregada bajo el techo de la carpa, aunque el cielo en esos momentos estaba tan nublado como las sensaciones que transmitía la formación.
Himnos hipnotizantes desde “Lights Out” y “Halo (Afraid Of The Sun)”, “Das Auge”… una música realmente depresiva. Tal era la cosa que incluso el guitarrista T dedicó el tema “Dagger Moon” a un amigo fallecido dos años atrás. Solamente hubo un pequeño momento de luz cuando el propio T hizo una petición al público: “¡Bailad conmigo!” en una parte más movida de la actuación.
(DOLCH) me mantuvo atento durante todo el concierto, que disfruté aunque no es el tipo de Metal que suela escuchar, pero eso es lo bueno de los festivales: siempre tienes opción de descubrir cosas que normalmente son ajenas a tu día a día. Muy buenos, pero no los escuches con una caja de barbitúricos al alcance de la mano.
BRUJERÍA
¡Chinguen a su madre! Los tiempos de gloria de BRUJERÍA quedaron bastante atrás. Una época en los que los grandes nombres del Metal Extremo europeo colaboraban en la formación, cuando los asiduos consumidores de marihuana sin interés por el Death Metal escuchaban al grupo solamente por sus letras y temáticas de humo verde. Para muchos, acabado esto, acabado el interés.
Los asistentes acólitos del grupo se lo pasaron en grande disfrutando de las tres voces que hicieron acto de presencia. Sangrón, Juan Brujo y Pinche Peach se alternaban o aunaban fuerza con sus micros y sus registros, desarrollando el concierto a modo de show de Hip Hop gangsta, todo ello sobre una base de Death y Grind realmente ramplón, pero siempre con movimiento y mensajes a la audiencia, que estuvo super enchufada y loca con ellos.
Y así transcurrió su show en Hellfest 2024, a toda prisa y metiendo todos los temas posibles, ante una audiencia entregada con banderas de México, Colombia… haciendo crowd surfing. Esos son sus “soldados leales”, como espetaban constantemente los tres vocalistas antes de tocar “Marcha De Odio”. También hubo parafernalia visual, como la cabeza empalada, que salió de su sitio para rematar el show con “Matando Güeros”, portada por Pinche mientras Sangrón y Juan Brujo manejaban sendos machetes. Todo muy amenazante.
No faltaron las arengas habituales ante el fervor de sus fieles: “¿Hay aquí marihuanos? ¿Tienen algo para la banda? ¡Marihuana para la banda, por favor!”. Otras que obligatoriamente tenían que sonar en la fiesta fueron “Mexorcista”, “La Frontera”, “Colas De Rata”, “Raza Odiada (Pito Wilson)” o “La Migra”. Como outro sonó su versión de LOS DEL RÍO, “Marijuana”, con ellos cantando por encima de la pista. Si digo que fue lo más divertido del concierto...
BRUJERÍA nunca fue una banda de mi agrado, y este concierto no hizo más que refrendarlo. Más allá de la gracia limitada que pueda hacer su lírica constante sobre el mundo de los narcotraficantes, las fronteras desérticas, las supercherías religiosas que manejan en México o el racismo que sufren en Estados Unidos, es un grupo limitado, que por desgracia no queda en más que una parodia. Quizá ese sea mi problema, que no he entrado en su juego por no entender que esa es su pura intención. El resto lo entendió perfectamente y lo gozó a lo bestia.
DARK TRANQUILLITY
Los suecos DARK TRANQUILLITY son unos trabajadores incansables del Death Metal Melódico, por eso podemos verles con asiduidad en los escenarios de todo el mundo, nunca cansándonos de ellos. Cerca de publicar su decimotercer álbum de estudio, “Endtime Signals”, el grupo no dio señal alguna de estar próximo a su final. En Hellfest 2024 estuvieron sublimes.
Con la carpa hasta arriba, creo que nadie de los presentes era ajeno a su gran directo. Esta es una banda que nunca defrauda en sus actuaciones, y eso que esta vez su aparición era un tanto diferente, interpretando hasta dos canciones del disco aún por salir, casi sin tiempo para que cuajen entre sus aficionados. Estuvieron en el set “Unforgiveable” y “The Last Imagination”.
Dio lo mismo, es un grupo que se hace querer y hasta el show más raro posible les haría triunfadores. Tampoco importó ver a la guitarra, por primera vez en la historia de DARK TRANQUILLITY, al guitarrista Peter Lyse Hansen, que va a colaborar con el grupo para el directo. Menudo estreno para el danés, quien desde luego pocas veces se habrá llevado tales ovaciones y parabienes con su banda HATESPHERE, además de una larguísima trayectoria a día de hoy.
Como siempre, el que más brilló por su carisma es Mikael Stanne. Se hizo con el público rápidamente, no solamente por su desempeño vocal y gesticulaciones (cómo lo vive el tipo...) si no por repetir hasta tres veces “je t’aime”. Recursos para afrontar un show en suelo francés, básicos pero efectivos, que empujaron más si cabe la euforia de una masa entregada. Comunión total entre los músicos y unos calurosos fans que regalaron todos los aplausos del mundo, si no más, a los de Gotemburgo.
“Cathode Ray Sunshine”, “Nothing To None”, “Not Nothing”, “Lost To Apathy”… ¿cómo puede tanta negatividad ser tan bella a la vez? Maravilloso concierto cargado de emociones, por las canciones que tocan el alma y la desgarran, un poquito al menos, para recordarnos que estamos vivos.
SHINING
Las propuestas más locas siempre tienen cabida en Hellfest. Si hablamos de riesgo, experimentación y Metal Extremo, hay que hablar de SHINING y Jørgen Munkeby. Mitad caballero, mitad bufón, hizo gala de una imagen cuidada que podría estar inspirada en “Dentro Del Laberinto” pasada por un filtro ciberpunk. Hizo doblete en el festival, primero con su banda madre a la guitarra, voz y saxofón, para 24 horas después rematar con EMPEROR.
Jazz, Avantgarde, Electrónica… aquello fue una locura de sintetizadores y guitarras propias del Black Metal y del Rock más sucio conformando unas composiciones tremendas, acompañadas de una gran ejecución. En ese apartado, el mayor brillo estuvo en el apartado vocal, con Munkeby destapándose como un vocalista tremendo, moviéndose en registros rasgados, graves y aullidos agudos como si nada.
Desde luego SHINING no es para todos los públicos, porque llevar al extremo tantos estilos, fusionarlos y darles forma te deja un poco en fuera de juego. Eso sí, cuando logras entrar en su propuesta, es de lo más disfrutable. Si la música está hecha en parte para la evasión mental, con los noruegos llegas bien rápido a ese estado… o bien lo descartas y abandonas por completo.
“The Madness and the Damage Done”, “Fisheye”, “Exit Sun” o “Blackjazz” fueron pruebas de fuego para los incautos que desconocíamos la propuesta del grupo. Cómo me alegro de haberlo presenciado y haberme imbuido por su extraña y brillante propuesta. Para quitarse el sombrero.
SODOM
El único representante del Big Teutonic Four en Clisson este 2024 fue el soldado tóxico Knarrenheinz y su máscara de gas. A los veteranos de guerra SODOM no se les encasquilló el AK47 y demostraron el por qué de su estatus de banda de culto, una vez más.
Aunque en su día, allá por 2018, no entendí el giro que Tom Angelripper le dio a su grupo en cuanto a los músicos que lo conforman, despidiendo de un día para otro Bernemann y Makka, creo que si el tiempo no le ha dado la razón, al menos tampoco se la ha quitado.
Aquel trío era un grupazo en directo, como pude comprobar en al menos un par de ocasiones, y me dio pena, me supo mal, que se prescindiera de ellos.
Sin embargo, la cosa no ha empeorado precisamente. Blackfire (dirigiéndose en un perfecto francés a la audiencia) y Segatz son perros viejos y sacan un sonidazo de guitarra brutal, haciendo de SODOM un arma todavía letal. Pero sin duda, lo que más me impresionó por encima de todo, fue la actuación individual del batería Toni Merkel: una soberbia pegada que se impulsa aún más por los efectos de eco que ocasionalmente, como un reloj, entran para meterle matices de pura maldad al conjunto.
Casi de carrerilla, los germanos se despacharon como un pelotón de fusilamiento desbocado: “Christ Passion”, “Jabba The Hut”, “Nuclear Winter”, “Blasphemer”, “Outbreak Of Evil”, “Proselytism Real”, “Remember The Fallen”, “Agent Orange”… cerrando con “The Saw Is The Law” y “Bombenhagel”. Todo ello a una potencia descomunal, que me obligó a ponerme los tapones, otra vez… estando en última fila.
Ahora mismo, creo sinceramente que es la banda más en forma del pódium de colegas del Thrash teutón que completan TANKARD, KREATOR y DESTRUCTION. Un concierto fuera de categoría.
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