Crítica de CONAN - Revengeance

El nombre de CONAN impone. El trío inglés no pudo haber escogido mejor nombre para sus historias mitológicas contadas en medio de una música gruesa, pesada y sangrienta al mismo tiempo. “Revengeance” es su tercer larga duración (además de EPs y Splits tan largos que podrían ser considerados lanzamientos completos) y también es el resultado de una serie de cambios que de una u otra manera se notan en la música, al menos si lo comparamos con “Blood Eagle”, el anterior trabajo (primero para Napalm) de CONAN y mi única referencia de ellos hasta ahora. Jon Davis, guitarrista, cantante y compositor principal es el único miembro original y como acompañantes han entrado Chris Fielding, productor por otro lado del disco, como de los trabajos previos de CONAN y por lo tanto buen conocedor de la música del trío, y Rich Lewis con las baquetas. El resultado es un disco que aúna pesadez y crudeza, con más tempos rápidos de los que hasta ahora estaban presentes y unas estructuras más orgánicas, pero siempre con la lentitud monolítica como línea de movimiento.

Lo primero que llama la atención es la portada del disco, muy trabajada y recuperando los colores cálidos de “Monnos”, su primer LP. Lobos y rapaces se alían con el guerrero de la oscuridad para perpetrar su particular lucha y puede que ese aire de agresividad que ya está presente en la portada se haya contagiado en la música de CONAN porque el primer corte del trabajo, “Throne Of Fire” es una mezcla entre ELECTRIC WIZARD, DOT y HIGH ON FIRE, es decir sentimiento y suciedad sonora muy Punk, con el rango decibélico fofo y pesado de las guitarras de Davis y su voz chillona agresiva que parece como si fuera una versión Hardcore de Ozzy Osbourne. Una vez más el sonido de CONAN se configura con un magma denso de guitarras, casi impenetrable, donde el bajo ayuda a dar mayor cuerpo y las voces combinadas de Fielding generan desasosiego y sensación de extremismo. Aún así, el uso del tempo más rápido da un mayor dinamismo y acerca la música de CONAN a los oyentes no exorcizados.

Pero esta apertura no es significativa: los dos cortes siguientes se unen en macabra sinfonía y usan y abusan de la ralentización y de la distorsión. Una distorsión que es tan gruesa que no me extraña que tengan que ralentizar tanto el tempo. Mira que hay grupos de Sludge con tonalidades extremas, pero CONAN es uno de los más excesivos. Pero no estamos ante un trabajo de estáticas estructuras. Para eso tenemos a Rich Lewis, imaginativo con sus breaks y cambios de ritmo y los efectos de pedales psicodélicos – astrales que recuerdan a HAWKWIND. Los diez minutos de “Thunderhoof” son ejemplo de ello, pero sobre todo la hipnosis sesentera cubierta de fango de “Wrath Gaunlet”, unido sin descanso al anterior y que también extiende sus acoples y distorsiones hasta casi los nueve minutos de duración para deleite de aquellos que hayan comulgado con el viaje psicodélico que CONAN propone.


“Revengeance” vuelve al dinamismo y la velocidad con un corte violento y bestial en toda su extensión, donde algunos riffs son casi un zumbido ensordecedor y Lewis se despacha a gusto con blast-beats. De duración similar pero con un tufo a BLACK SABBATH pasado por el filtro Stoner que no puede con él es “Every Man Is An Enemy” una de las más pegadizas y que más gustará a los que no estén tan acostumbrados al acople reverberado. Y finalmente el sonido mastodóntico se despide con “Earthenguard”, que sería el corte más completo del disco tanto por paleta de distorsiones, como por cambios de ritmo, voces utilizadas y psicodelia espiritual. El que consiga seguir sus doce minutos de duración tiene el disfrute asegurado, y también las puertas del infierno más profundo y cavernoso.

La estructura conseguida en “Revengeance” lo convierte en el mejor exponente de lo que es CONAN. En el pasado podían pecar de exceso, en este nuevo trabajo siguen siendo excesivos y minoritarios, pero lo tiñen de un dinamismo y variedad de elementos que les acercará a audiencias más amplias, siempre dentro de lo limitado de su propuesta. Para mi gusto el resultado es potente y orgánico, directo y crudo, ideal para dejarse llevar entre los decibelios y las descargas eléctricas que desprenden en cada guitarrazo. Cómo hacer que lo estático se mueva, esa es la clave y CONAN lo consigue.

Raúl Ureña Salgado

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