Crítica de WITHEM - The Unforgiving Road

Las comparaciones siempre son odiosas, eso es algo que todo el mundo sabe. Sin embargo, y aunque a más de uno le pese, son inevitables. Eso es precisamente lo que ocurre con WITHEM, grupo proveniente de Noruega, de reciente creación (2011) y con dos discos en el mercado que próximamente estará girando por nuestro país teloneando a KAMELOT.

¿Por qué hablo de las comparaciones al inicio de esta crítica? Precisamente porque escuchar “The Unforgiving Road”, que ha visto la luz en este año 2016, es no parar de escuchar a otras bandas como DGM o CIRCUS MAXIMUS y a otros vocalistas como Tommy Karevik de KAMELOT, Mark Basile de la antedicha DGM o a Michael Eriksen de la ya citada CIRCUS MAXIMUS, lo que, desgraciadamente, resta autenticidad y carácter propio al grupo. Y es que aunque ellos mismos definan su música como progressive metal, lo cierto es que el elemento progressive poco o nada se aprecia.

“The Unforgiving Road” sigue la estela marcada por su predecesor en 2013, “The Point of You”, pero lo que en un principio apuntaba maneras, ahora se queda en un álbum con temas y composiciones de peor calidad, más estándar, e incluso me atrevería a decir que más “poppies”, que lo convierten en una amalgama de composiciones sin ningún hilo conductor común.


El álbum se abre con una “Intro” de órgano, con una ligera parte cantada al final, que recuerda al tema “Prodigal Son”, de KAMELOT. Sin descanso, dos golpes de batería y guitarra dan paso a “Exit”, primer single del disco, donde se pueden apreciar, sobre todo al principio, los elementos progresivos con los que el grupo pretende caracterizarse. Resulta efectivo como single, con cambios de ritmo, pasando del heavy más duro al heavy más romántico con el piano, lo que genera que el tema no se haga reiterativo, sino que engancha de primeras.

“In the Hands of a God” sigue con ese toque progresivo de su antecesora, si bien con más punteos de guitarra que permiten a Øyvind Voldmo Larsen lucirse. Sin embargo, la bajada en el estribillo es notable, ya que lo que parece un tema agresivo y bien estructurado llega a ser un tema recurrido y recurrente, que no aporta realmente nada nuevo.

El cuarto tema, “The Pain I Collected”, comienza con la misma estructura que el anterior: solos de guitarra y batería agresiva en la base, pero resulta más completo al introducir cambios de ritmo que lo hacen menos común y más complejo. Nuevamente, aquí la banda avanza un poco hacia delante en la creación de nuevas composiciones, pese a que en este tema recordar a DGM es prácticamente inevitable. No ocurre lo mismo con “Riven”, constituyéndose como la balada del disco que, cómo no, se encuentra entre las canciones centrales. Piano y voz, introduciendo efectos en determinados momentos y con solos de guitarra. Nada reseñable ni destacable. Una balada que, por otra parte, tampoco logra transmitir la emoción necesaria para llegar al oyente.


“C’est la Vie” comienza con efectos creados por el piano, intentando darle un aire etéreo, que choca frontalmente con los punteos de guitarra posteriores. Sin embargo, vuelve a la composición clásica de estrofa lenta y estribillo un poco más cañero, sin introducir tampoco ningún elemento nuevo en la composición. En este tema la voz de Ole Aleksander Wagenius se parece mucho, de nuevo, a la de Michael Eriksen de CIRCUS MAXIMUS. Otro tanto pasa con “The Eye In the Sky”, tema donde, lo siento, no puedo evitar decirlo, la voz chirría demasiado, como si la Castafiore se encontrara cantando en un comic de TINTIN. Si, Aleksander tiene chorro de voz, pero en este tema es demasiado agudo, tanto que molesta al oyente. Musicalmente, nada que reseñar.

“Arrhythmia” es quizá el tema más duro del disco, el más progresivo, el más complejo y el que crea un ambiente más oscuro, siendo, probablemente, el mejor del álbum, aunque sigue habiendo momentos en los que la voz de Ole Aleksander continúa siendo muy chirriante. “In My Will” es uno de esos temas “poppie” de los que he hablado antes, el típico tema lento en el que parece que introduciendo guitarras eléctricas que rasguen las cuerdas se hace uno más heavy y, en este caso, más progresivo. Craso error.

Finaliza el álbum con dos temas más: “Unaffected Love”, otro tema “poppie” en el que, como novedad, introducen solos de piano, pero se convierte, a la larga, en un tema lento y pasteloso, que no llega a ser ni por asomo la idea de corte progresivo que preconiza  la banda; y “Outro”, como continuación instrumental y cierre de la melodía que compone la “Intro”, la primera canción del álbum.

Para la edición japonesa han incluido una versión en directo de “Mr. Miruz”, tema de su primer álbum, donde se aprecia lo que hemos mencionado al inicio de esta crítica, el toque más agresivo y metalero que caracteriza a ese primer disco y que ahora en este segundo prácticamente ha desaparecido.


Una banda que en 2013 apuntaba maneras, ha perdido fuerza con su segundo disco, que se convierte en una amalgama de estilos y de composiciones sin un nexo común. Esperemos que sólo sea algo pasajero, y que en su gira con Kamelot por nuestro país desplieguen toda la fuerza que mostraron en su primer álbum. No en vano, la esperanza es lo último que se pierde.

Laura Ruíz García

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