Crítica de OPETH - Sorceress

A mi ya no me la das Mikael Akerfeldt. Esto ya no es OPETH. Podía quedar alguna duda hasta ahora. Ya con “Pale Communion” echaste a un lado todo retazo de guturalidad, pero algo se podía ver de esa forma de estructurar las canciones que en el pasado eran nota de definición de este grupo. Ahora no. Pero como lo que manda es lo que pone en la portada, digamos que “Sorceress” es el nuevo disco de OPETH. O más bien el nuevo disco de Mikael Akerfeldt y el resto. Un disco retro en todos los sentidos, que pretende ser un trabajo de Rock Progresivo en términos setenteros y que se queda, para mi gusto (y me atrevería a decir que para el de cualquier aficionado al Rock Progresivo) en la mediocridad. Y es que zapatero a tus zapatos.

Empezaré por el principio. Dejando a un lado que si ahora Mikael Akerfeldt reniega del Metal, que si esta es su verdadera forma de expresión, que si tal, y que si cual… Voy a despojarme de cualquier prejuicio y enfrentarme a este disco de OPETH como si este grupo acabara de salir y “Sorceress” fuese su primer trabajo. Lo primero que tenemos es una portada colorista, un contraste entre la luminosidad de un pavo real y una pila de huesos. Supongo que de esta manera Akerfeldt ha querido reflejar el contraste de la propia música de OPETH: barroquismo sonoro y oscuridad intrínseca, o al menos esa ha sido la intención original. Seguimos con el sonido. Tenemos un trabajo suave, cálido y meloso en la producción, sin distorsión, sin efectos más allá de los propios de mellotrón y teclados múltiples de Joakim Svalberg que desde que Per Wiberg abandonara el barco se ha hecho el segundo protagonista de la historia después de Mikael Akerfeldt, pues está en todas partes de una u otra forma.

Continuamos con la composición. Y aquí es donde el señor Akerfeldt patina. Ya dio un aviso con aquél engendro junto a Steve Wilson, su amado y adorado, con STORM CORROSION. Akerfeldt no sabe acabar las canciones. Él suelta ideas y las espolvorea en “Sorceress”. Algunas ideas son buenas, pero otras son nefastas y curiosamente las mejores no las reutiliza, y de las peores se harta de ellas. Porque ya puedes escuchar una o cien veces “Sorceress”, que te entrará el sueño en cualquiera de ellas, o tendrás la sensación de que nada va a ningún sitio. Escucho mucha música progresiva clásica, Jazz, escuela de Canterbury, pioneros del Jazz Rock… la labor compositiva siempre es la prioridad, las ideas se maduran y se desarrollan con un principio y un fin, e incluso las improvisaciones tienen sus patrones. En “Sorceress” no hay improvisación, Akerfeldt no es un músico de Jazz ni lo pretende, pero bien podría haber usado una mínima parte de su capacidad de antaño para enlazar partes y construir temas.


Y acabamos con la ejecución. Svalberg tiene un papel fundamental, el resto, son meros acompañantes y Akerfeldt toma protagonismo fundamentalmente con su voz. Donde antaño su voz gutural era de las mejores que se podían escuchar y su voz limpia a veces parecía que la hacía con timidez, pero lograba un halo de ingenuidad que encajaba muy bien con el contraste conseguido en los temas. En “Sorceress” no existe dicha aura, aquí Akerfeldt se lanza al ruedo y busca ser rebuscado, valga la redundancia. Y para mi gusto no consigue sobresalir, no deja melodías memorables, ni frases que destaquen. Es más bien como si un cantante anodino y sin fuerza estuviese rellenando los huecos que deja la música. Que dicho sea de paso, son muchos: hay muchos ejemplos pero me viene a la cabeza “Strange Brew”, un corte cuyo corta y pega es eso, un corta y pega, o casi diría que sólo lo primero, pues suena descabalado y sin ningún tipo de línea argumental.

A lo largo del disco sólo tendremos capacidad de retener el Groove de los teclados de “Sorceress”, tema que parece inconcluso, o los ritmos sincopados de “The Wilde Flowers”, tema cuyo parte final peca también de ese corta y pega sin sentido que tan bien define este trabajo. Más adelante tenemos “A Fleeting Glance”, que me recuerda a las melodías felices de los primeros KAIPA con toques Folk, pero que tampoco parece saber muy bien como acabar, y como pieza algo más destacable, casi sepultada al final “Era”, con un inicio algo confuso, que luego se convierte en un tema denso y poderoso (entiéndase dentro de la tónica general del disco), con bastante buen trabajo solista y rítmico (sobre todo el patrón de batería de Axenrot, aunque también la inventiva línea de bajo de Méndez) e incluso Akerfeldt canta bien, con buenas melodías. Lo malo que acabe de repente… ya la podrían haber alargado un poco más…


De las instrumentales, acústicas o semi-acústicas, mejor no hablo. Para mi gusto son todas puro relleno, no tienen magia ni inventiva, no aportan nada más que un momento de tranquilidad y sosiego que aumentan el minutaje del disco pero no aportan nada. Empezando por la sesentera (o al menos eso pretende Akerfeldt) “Will O The Wisp”, siguiendo por la corta “Sorceress 2” y sobre todo la clasicista y recargada “The Seventh Sojourn”, con percusiones incluidas. Antaño cuando OPETH incluía temas acústicos, lograba atesorar la misma intensidad que en los otros temas, aunque usase sencillos elementos y todo se basase en la línea vocal de Akerfeldt. Aquí eso desaparece, sobre todo en la última de las citadas, que es totalmente instrumental. Se extiende durante casi 6 minutos sin mucho sentido, más allá de sus aires arabescos y cierta influencia del John Zorn más “easy listening”, pero sin la maestría de éste.

Por ir resumiendo. “Sorceress” son detalles, un par de temas y ya. El resto es un ejercicio de ombliguismo de Mikael Akerfeldt y su propia crisis de identidad. Si esto lo sacara bajo su nombre vendería la mitad. Es mejor sacarlo bajo el nombre de OPETH y de paso ir de un Michael Kiske de la vida, renegando de su pasado y de todos los que le critican. Es un incomprendido y nosotros unos talibanes que no escuchamos buena música. Lo dicho Mikael, a mi no me la das.

 

Raúl Ureña Salgado

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