Crónica de GODFLESH y AATHMA en Madrid

GODFLESH escenificó su vuelta a los escenarios tras ocho años separados con un penoso concierto lleno de problemas, como me comentaron mis amigos que allí estuvieron,  en el Hellfest francés en el año 2010 y, aprovechando su visita a nuestro país con motivo de su inclusión en el cartel del Primavera Sound, los habitantes de la capital tuvimos la oportunidad, sin tener que desplazarnos, de presenciar también la descarga de uno de los grupos pioneros de la música industrial y experimental. No es mi estilo favorito de música pero no quise dejar pasar la oportunidad de ver cómo se las gastaban Justin Broadrick y G. Christian Green.

Aunque para los seguidores de los sonidos más industriales la fecha estaba marcada a fuego en el calendario, no se respiraba ambiente de concierto precisamente en la antigua Rock Kitchen ya que apenas había cinco personas en la puerta de la sala y no más de veinte por los alrededores, y eso que llegué apurando bastante la hora.

La consecuencia de lo dicho anteriormente fue que no había ni treinta personas cuando los madrileños AATHMA salieron al escenario aunque, poco a poco, durante su actuación la asistencia fue aumentando razonablemente aunque la mayoría lo hizo para tomar posiciones para GODFLESH.


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Lo primero que me sorprendió fue no ver a Ricky probar su kit de batería y, en su lugar, ver que el que estaba tras los parches era Jaime de ADRIFT. Indagando un poco resulta que Ricky ha abandonado el grupo por motivos familiares y, para poder sacar este concierto adelante, contaron con la ayuda de Jaime. Tras presenciar su actuación he de decir que, aunque Ricky me ha parecido siempre un gran batería, la interpretación de Jaime nos hizo no echarle tanto en falta porque estuvo más que correcto formando una base rítmica monolítica con el bajo de Mario.

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A las 21:30 debía comenzar el concierto de AATHMA pero un inoportuno problema con el bajo de Mario demoró algo su inicio que arrancó con “Under Black Waters”, un tema de más de diez minutos de duración en el que ya se podía intuir por dónde iba a transcurrir su concierto. Por pasajes oscuros, asfixiantes atmósferas y densos riffs de guitarra.

Actuando de teloneros, y con el minutaje de sus canciones, apenas interpretaron cuatro cortes, centrándose en su último disco hasta la fecha, el notable “Decline… Towers Of Silence”, que cada vez me gusta más. Del citado trabajo también pudimos disfrutar de la “accesible” (para lo que es su música) “Valley Of Doom”, en el que la interpretación de Juan me pareció sensacional, tanto a la guitarra como a la voz, y de otro tema “corto” como “A God Returns” en el que encontramos desde pasajes tranquilos, como sucede en su inicio, a partes de distorsión o riffs sabbathicos, una delicia de composición que les sirvió para despedirse.

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También dejaron una pincelada de su primer trabajo, “The Call Of Shiva”, en forma de “A Thousand Nails” que fue recibida con agrado por los seguidores del grupo y con indiferencia por el resto, cuajando una gran actuación ante un público que no era muy receptivo a su propuesta. Esperemos para ver cómo suple la banda la marcha de Ricky. Grandes AATHMA.


Normalmente ahora llega el momento del cambio de batería. En el caso de GODFLESH lo que hicieron no fue cambiarla sino, directamente, quitar de en medio la batería de Jaime ya que todas las partes correspondientes iban a ser disparadas por un ordenador despejando el escenario para dejarlo diáfano a excepción de los necesarios amplis.

Es cierto que esta circunstancia me creó sentimientos encontrados. Por un lado siempre seré partidario de que cualquier grupo suene lo más “orgánico” posible y, para ello, no habría estado de más que hubieran reclutado a alguien como Ted Parsons, que ya estuvo con ellos durante seis años, en vez de llevar grabados todos los ritmos. Sin embargo, por otro lado la filosofía de la música industrial quedó mucho más patente con el sonido enlatado por lo que, en este caso, creo que su fidelidad al sonido típico del estilo debió primar. Así que acertaron porque sonaron rotundos y más densos que el osmio.

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Leves ajustes al bajo por parte de Green, a la guitarra y ordenador por parte de Broadrick (aprovechados por los más acérrimos seguidores para que les firmaran algún artículo) y al proyector por parte de un técnico (ya que imágenes de lo más variopintas les acompañaría durante su actuación) ocuparon los minutos previos a que “Love Is A Dog From Hell” diera el pistoletazo de salida. A partir de aquí, algo más de 70 minutos donde los ritmos machacones, los loops, la densidad y los berridos fueron los protagonistas.


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Dos partes claramente diferenciadas tuvo el concierto. La primera de ellas tuvo como referencia a “Streetcleaner”, para muchos la piedra angular de un estilo y un clásico absoluto del género, con temas como “Like Rats”, “Christbait Rising”, la que le da título o “Tiny Tears”. Estos fueron seguramente los momentos que más disfrutaron los fans más old school del grupo, y en las primeras filas se podía ver las caras de satisfacción de la gente totalmente entregada a los de Birmingham.

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A partir de aquí tomó el protagonismo “Pure” con temas míticos como “Spite”, la repetitiva “Mothra” (¿y cuál no lo era?), “Predominance” o la ritual “Monotremata” que siguieron haciendo las delicias del personal que, a pesar de no llegar a llenar ni la mitad de la sala, sí que dio el colorido suficiente a la misma para que no quedara desangelada.

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La parsimonia de Green, que parecía estar ausente y tocar por inercia, contrastaba sobremanera con la pasión de Justin en cada uno de los riffs o en cada estrofa que gritaba con las venas del cuello a punto de explotar. Desde luego no se puede negar que es el alma del grupo y que de su guitarra vinieron los mejores momentos.

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Esa noche también pudimos disfrutar de la primigenia y oscura “Avalanche Master Song” de su EP “GODFLESH” (que sirvió para separar las canciones de ambos discos) dejando para la recta final de su concierto un par de temas de “Selfless”. Los elegidos fueron “Bigot”, más experimental que el resto y con la voz de Justin menos “guerrera” sobre un riff abrasivo, y la típicamente industrial “Crush My Soul”, que dejó satisfechos a todos como se podía escuchar mientras salíamos de la sala.

GODFLESH no es mi grupo favorito pero me sorprendí disfrutando mucho de sus atmósferas, su “monotonía” y su minimalista puesta en escena cuyo único pero, por decir algo, fue la excesiva luz que tuvo  el show y de la que Justin se terminó quejando ya que a sus canciones les pega más bien la oscuridad que la luz.

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No sé lo que le deparará el futuro a GODFLESH y si sacará un disco de estudio a la altura de su leyenda. Hasta que podamos comprobarlo, si es que podemos, nos quedaremos con la impresionante actuación de estos dos titanes.

 

Crónica y fotos: David Ortego

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