HAEMOTH - In Nomine Odium

Hay tanto y tan buen Metal Extremo, tantos grupos de tantos géneros y subgéneros y de tantas procedencias, que es imposible abarcar todo y ordenar todo con la precisión de una calculadora japonesa. Hay por eso grupos y discos (montones, me temo) que vuelan por debajo del radar y ese puede ser el caso de HAEMOTH y este “In Nomine Odium”, su tercer disco y el primero en más de siete años. Es Black Metal hecho en Francia, un pedigrí que es casi un seguro pero también un factor de riesgo en un mercado asfixiado: hay mucho Black Metal y hay mucho y muy, muy buen Black Metal en Francia, un país cuya escena tiene sus referentes, sus luminarias y su idiosincrasia. Y que además tiene un puñado de muy buenos grupos que no están en primera fila pero que hacen lo suyo francamente bien. Uno de ellos es HAEMOTH.

Así que este dúo macabro pertenece a ese tipo de bandas con las que te agrada encontrarte pero con las que quizá no te encuentres nunca. Factura Black Metal de resultado impecable pero no en la línea reconstructiva y casi intelectual de algunos de sus más renombrados compatriotas. Al contrario, su estilo es canónico e hiriente, una descarga de odio de voltaje satánico. Si hay que hacer comparaciones geográficas, quizás las más plausibles sean ANTAEUS o AOSOTH. Pero es más fácil salir de Francia y trazar paralelismos con HANDFUL OF HATE, MARDUK, DARK FUNERAL, SETHERIAL, GORGOROTH, 1349 o los primeros EMPEROR. Así es el Black Metal bipolar de nuestros tiempos: por un lado se expande hacia territorios antes inimaginables sin apenas límite ni barrera y por otro permanece erguido y orgulloso en su postura inicial y con gesto atávico y fiero. HAEMOTH, claro está ante los grupos citados, pertenece al segundo lote, el de la ortodoxia inquebrantable.


Si hay algo que sobresalga de “In Nomine Odium” es su exagerada carga de violencia, un muro disonante que alcanza tintes de aberración que alejará a muchos oyentes pero satisfará al máximo a los amantes de las emociones fuertes de verdad. La producción es una dentellada en la yugular y la música es de una intensidad abrasiva que no se detiene durante casi 45 minutos de exigente carnicería. Los riffs nadan en un océano de distorsión salvaje y los blastbeats reinan sin más respiro que algunos pasajes ambientales que aparecen en la clásica fórmula de clímax / anticlímax que se repite a lo largo de unas canciones muy (¿demasiado?) homogéneas. Los riffs se superponen en bucles recurrentes que alienarán al oyente casual. Esto es Black Metal radical y purista y como tal no tiene el más mínimo interés en remover sentimientos de empatía o decencia. Todo es odio, dolor y miseria, un engrudo viscoso que se pega a los oídos y cuya superficie queda arañada por los alaridos de Haemoth. Las melodías son gélidas, los ritmos a medio tiempo sucios y añejos y las constantes explosiones de ira escapan hacia el infinito.

Lo repetitivo y lo corrosivo de estas siete canciones son a la vez su punto fuerte y su mayor debilidad. HAEMOTH no se ha cuidado ni de resultar accesible ni de hacer digeribles sus dosis de terror sónico. Si te pones por delante te arrolla y si te apartas te persigue. La única solución es dejar que este terremoto de Black Metal expansivo penetre a través de ti. Hay que empaparse de sus atmósferas maníacas, percibir la pureza old school de su núcleo, enredarse en sus escapes ambientales y sobre todo dejarse llevar por el tsunami de agresión maligna que campa a sus anchas y que alcanza momentos épicos. El ritmo es atroz y cuando baja el pistón, carnívoro; el sonido es una sinfonía disfuncional de la que salta escarcha cada vez que un filo melódico a la sueca asoma por las guitarras.

Desde luego no se puede poner demasiada pega a este disco más allá de que resulta homogéneo en un grado peligrosamente alto y del hecho obvio de que otros han hecho esto mismo antes y mejor. Pero este es un buen disco, un movimiento satánico impecable y al galope: “Demonik Omniscence” es una orgía de más de nueve minutos de pura malevolencia. “Spiritual Pestilence” se arrastra por fondos abisales de Black / Doom y sirve como tenebroso contrapunto a pesadillas pasadas de revoluciones como “Disgrace” o la pletórica “…And Then Came The Decease”, un laberinto aplastante y obsesivo que entra en trance en su parte central.


“In Nomine Odium” (el título es perfecto, desde luego) es lo que es y esto sonará a alabanza o crítica en función de quién esté al otro lado. Hay mejores, más interesantes y desde luego más originales bandas de Black Metal, un buen puñado sin ir más lejos en su Francia natal. Pero a HAEMOTH eso le importa más bien poco. Lo suyo es producir música insidiosa y demente. Y cuando se pone a ello llueve pavor y odio, una tonelada de odio. Como mínimo en ese sentido este disco es un triunfo innegable.

Juanma Rubio

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