PARADISE LOST - Tragic Idol

Allá por los años setenta, los madrileños BURNING cantaban eso de “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”. Aunque, que yo sepa, no pertenezco al género femenino, así me sentí cuando me llegó para comentar el nuevo trabajo, “Tragic Idol”, de los británicos PARADISE LOST. Mi relación con los de Halifax es de amor-odio, pero no en el sentido habitual de dualidad, sino en un plano cronológico. Cuando les conocí, en la adolescencia del lejano 1991, caí prendido antes sus encantos, que se llamaban, por este orden, “Gothic”, “Shades Of God” y “Icon”, tres obras maestras indisociables al Metal de esa década. Después, llegó su disco más exitoso, “Draconian Times”, que, personalmente, me parece muy pobre con respecto a los anteriores. No hablemos ya de “One Second” y lo que vino después, una espiral desastrosa, tanto en estudio como en directo, que hacía abochornar a una amplia mayoría de los fans de la etapa inicial del quinteto.

Es innegable la involución (que no evolución) que han vivido en su última época, retrotrayéndose a sonidos pretéritos, intentando reverdecer viejos laureles. ¿Loable o un ejercicio oportunista? Cada uno tendría una opinión; la mía, por supuesto, es la segunda. Son demasiados años viéndoles naufragar encima de un escenario, destrozando temas antiguos y con los cortes más recientes de cada álbum resultando insulsos. Además, es una cuestión de actitud y el vocalista Nick Holmes, tanto en sus prestaciones como en su presencia, es la antítesis de ese término. Asimismo, comprobar cómo el otrora gran Gregor MacIntosh y su compañero de fatigas en la guitarra, Aaron Aedy, son dos pasmadotes tocando sin alma, me parece muy triste, pero sí es cierto que con Adrian Erlandsson tuvieron otra vez, por fin, un baterista tras el infausto paso de Jeff Singer. En definitiva, y por no hacer más sangre, a priori todo lo que editen no me lo creo. Es duro decirlo porque a estos tíos les he considerado dioses durante mi formación en el Doom pero es un sentimiento del que nunca he podido librarme.

Entonces, ¿cómo se afronta la reseña “objetiva” de un disco de una banda que te ha defraudado tanto? Difícil, la verdad. Inicialmente, había que perder los prejuicios. Primera escucha de “Tragic Idol”: “Buah, desde luego, otra vez intentando engañar al personal, copiándose a sí mismos”. Segunda escucha: “Ídem”. Tercera: “¡Vaya, vaya! El amigo Gregor MacIntosh, después de la experiencia Death con VALLENFYRE se dedica a trasportar esa influencia a los riffs de PARADISE LOST. Menudo listillo”. Cuarta: “Bueno, hay cosas que, realmente, no están mal. No podemos mirar atrás porque palidecen en la comparación, pero ojo que está currado”. Quinta: “¡Joder! Si hay canciones que me gustan. Será que los estoy oyendo demasiadas veces. Dejémoslo estar un poco”.


Y lo dejamos pero sucedió una cosa curiosa. El cuerpo me pedía más. ¿Abducido? No lo sé pero es señal inequívoca de que algo me ha convencido. Fuera prejuicios y a intentar disfrutarlo sin pensar en el nombre de la formación que lo firma. Las melodías de la apertura, “Solitary One”, son sintomáticas y definitorias. Los efluvios “Icon” repican constantemente en el cerebro del oyente. Incluso, la voz rasgada de Holmes vuelve por sus fueros. ¡Quién lo iba a decir! Eso sí, luego vas a un concierto y compruebas que es un espejismo, la magia del estudio que se suele decir. No obstante, notabilísima y efectiva, característica que continuarán en el conjunto de “Tragic Idol”. Un riff muy pegadizo de Gregor nos adentra en la comercial “Crucify”. Si hubieran sacado este corte como single de “Draconian Times” en vez de “The Last Time” no se les habría visto tanto el plumero. Muy adictiva.

La impresión de estas dos composiciones no es un oasis en el desierto. Más pausada y atmosférica, que no peor, es “Fear Of Impending Hell”, con Holmes en unos tonos no tan asfixiantes para sus posibilidades. Sin embargo, la apariencia de la canción evoca a los días de “Shades Of God”, olvidando la vertiente heredera del Doom Death que tuvieron, es decir, apostando por la lentitud y la oscuridad. Para compensar, “Honesty In Death” es un reinterpretación del “True Belief” de “Icon” aunque la hayan camuflado para que no parezca tan clavada. Me resulta oportunista que no mala. Afortunadamente, es solo un pasaje puntual porque en este gran ejercicio de autoplagio bien entendido, nos topamos con dos joyas. Aquí sí se puede afirmar con rotundidad que VALLENFYRE le ha hecho mucho bien a MacIntosh. Hacía dos décadas que no gozaba de unas guitarras como las de “Theories From Another World”. Más basada en la mezcla entre pesadez en el riff combinada con melodías típicas del grupo, pero no menos sobresaliente, es “In This We Dwell”. Reconozco que las dos me retrotraen a los PARADISE LOST que idolatré.

El segmento final de “Tragic Idol” olvida “Icon” y se dirige más a sus sucesores. “To The Darkness” nos regala unos cuantos solos de guitarra bien distribuidos. No es de las más destacables porque el estribillo es demasiado estándar pero muchos matarían por un tema así. La canción que deriva más hacia el Gothic Metal que practicaban en “One Second” es la que da título a la obra. Es ese punto de equidistancia entre la transición que vivieron PARADISE LOST aquellos años donde la influencia de TYPE O NEGATIVE se dejaba sentir con claridad. Cuando inicié el viaje para derribar el muro de los prejuicios, el obstáculo más complicado de superar fue “Worth Fighting For” porque representaba exactamente el tipo de sonido que me hizo alejarme de los ingleses. Ahora no diré que es de mis preferidas pero sí que no me disgusta y la entiendo en el contexto del álbum. Para concluir, qué mejor que “The Glorious End”; volviendo a “Icon”, su “Christemdom” versión 2012, probablemente la composición Doom por excelencia de “Tragic Idol”.


A los seguidores de PARADISE LOST que, como yo, se desengancharon con “Icon” o, en su defecto, “Draconian Times”, les aconsejaría un ejercicio catártico como el que he realizado para escribir esta reseña. Releyéndola, me sorprende la cantidad de epítetos cualitativos que he utilizado pero, honestamente, creo que ninguno es inmerecido. Al seguidor de su trayectoria no hay nada que decirle porque seguro que “Tragic Idol” les proporcionará un placer igual o superior que el de “Faith Divides Us, Death Unites Us” ya que este camino de regreso a casa del quinteto británico parece, finalmente, completo. Todo sea que, en el futuro, nos entreguen un disco inspirado en “Gothic”, aunque para eso tendrían que cambiar de vocalista, el viejo Nick no está para esos trotes. Sin prejuicios, altamente disfrutable para cualquier amante del Gothic Doom.

 

Marco-Antonio Romero

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