PRIMORDIAL - Where Greater Men Have Fallen

“¿Quién adoraría a algo que no fueran las montañas?”, clama Nemtheanga (Alan Averill) en el inicio de la crepuscular y extraordinaria “Wield Lightning To Split The Sun”, un himno con atávico e inconfundible sabor a Irlanda, una de esas pócimas destiladas por PRIMORDIAL a partir de la mezcla de magia, historia, naturaleza, folklore, mitología y una espiritualidad olvidada y seguramente más conectada con lo que es el hombre. O al menos con lo que fue: “Volver a la tierra que me soportó porque no hay nada más allá”, termina esa canción y con ella “Where Greater Men Have Fallen”. Tras su paso queda un silencio crispado, esa sensación de ausencia que dejan los grandes discos cuando callan, esa especie de colisión con la realidad que te devuelve al mundo del que durante una hora te has ausentado al recorrer ocho canciones que son peldaños de una escalera de caracol que no hará sino agrandar la leyenda de uno de los grupos con verdadero peso específico en el panorama metálico de los últimos lustros. Uno de los que ha sido importante más allá de alcanzar este o aquel logro en un momento determinado.

Regido por sus normas y ajeno a la contingencia, PRIMORDIAL vuelve a honrar la memoria de Quorthon a un nivel de profundidad al que nunca llegarán imitadores mucho más retóricos de BATHORY. Instalado en el corazón de esa época en sí misma que significó “Hammerheart”, PRIMORDIAL vuelve a triunfar por encima de una competencia que en su caso ni existe, interiorizadas ya totalmente sus influencias y apenas abierta la mano a un puñado de seguidores. ¿DARKEST ERA, por ejemplo? Ha sacado un buen disco, de verdad creo que “Severance” lo es. Pero esto es otra cosa.

Hace tiempo que PRIMORDIAL dejó de ser un grupo de Black Metal para convertirse en custodio de una sensibilidad que emana de otro tiempo. Su música, en todo su esplendor trágico, no admite más comparación que consigo misma, y en ella creo que  “Where Greater Men Have Fallen”, su octavo disco ya, supera al anterior “Redemption at the Puritan's Hand” aunque queda por debajo de “The Gathering Wilderness” y “To The Nameless Dead”. Pero es que creo también que estos dos trabajos son de una dimensión tan descomunal que suponen una cima que ya no alcanzará el grupo, un patrón por el que ya no se dejará de guiar su carrera. Todo lo anterior parece apenas un (extraordinario, eso sí) camino hacia ellos, y todo lo que están haciendo después, un eco que emana de esa cúspide. Por eso “Where Greater Men Have Fallen” ha sido para mí de digestión lenta, como lo fue el notable pero inferior “Redemption…”: hay que modular las expectativas y descubrir que la llama sigue viva en cada detalle, de las referencias al pasado a los nuevos trucos. El resultado, otra vez, es puro poder y pura pasión. Puro PRIMORDIAL.


Nuevos trucos: el actual sonido PRIMORDIAL tiene una fórmula que acepta diversas soluciones y cambios sin que se resienta su pureza. Algo de culpa tiene la producción de Jaime Gómez (ya con un estupendo currículum, un nombre a tener muy en cuenta), especialmente cálida y vibrante, que pone un novedoso esmero en el bajo Pol MacAmlaigh, que nunca ha sonado tan bien ni ha sido tan protagonista, y que refuerza a un Nemtheanga que firma en este disco algunos de los mejores momentos de toda su carrera, aunque no regresa a las voces guturales ni cuando aparecen por sorpresa y a dentelladas unos blastbeats que parecían olvidados en la frenética “The Seed Of Tyrants”, uno de los momentos definitivos de un disco que se abre y se cierra con dos de esas canciones que convierten a PRIMORDIAL en algo que muchos grupos quisieran ser pero sólo ellos son: la citada  “Wield Lightning To Split The Sun”, donde pasa al primer plano con toda su emoción y carisma un recuerdo celta que apenas relampaguea sugerido en el resto del disco, y la inicial “Where Greater Men Have Fallen”, ya y de forma instantánea uno de los grandes clásicos del grupo con su ritmo marcial, sus melodías absolutamente mágicas, sus riffs poderosos y ese sabor a tierra y melancolía que se te mete hasta los huesos. El canto a un amanecer de tiempos de guerra, de la Primera a la Segunda Guerra Mundial, que prometió progreso y sólo trajo, finalmente, más muerte. La modernidad era eso, sólo otra promesa de quienes siempre mienten: “It seems the lands of the free, Are born of the cold and empty grave, And the myths of liberty, Bind our wrists like slaves...

Desde luego este disco no va a convencer a quienes no ha llegado hasta hoy la música de PRIMORDIAL. Quienes sólo veían repetición de premisas básicas en piezas demasiado largas no encontrarán nada que les haga cambiar radicalmente de opinión aquí. Para el resto queda una magia encapsulada en su versión más oscura y melancólica, en la que hay recuerdos a “A Jorney's End” y también a “The Gathering Wilderness” y “To The Nameless Dead”. No es estrictamente Pagan Metal pero las guitarras centellean entre campos de batalla olvidados con un grado de épica simplemente sobrecogedor. No es Dark Metal pero las tonalidades otoñales se funden con una noche que acuna piezas como la sobrecogedora “Born To Night” o la venenosa “Babel's Tower”, construida en torno a una calma tan tensa que se te agarra directamente al estómago. No es Black Metal pero siguen apareciendo disonancias en las melodías que regresan a BURZUM, y desde luego no es Doom Metal pero la melancolía y el dolor sobrevuelan con alas de cuervo todo el disco hasta que se posan de repente en la imponente “Ghosts Of The Charnel House”, casi una revisión del sonido CANDLEMASS en formato PRIMORDIAL. En realidad todo el disco es extraordinario con una excepción: “The Alchemist's Head”, una extraña y anticlimática pieza llena de cambios de ritmo y un tono trastornado que me deja completamente frío.


Hace dieciséis años que PRIMORDIAL publicó “A Journey's End”. Doce desde “Storm Before Calm”, casi una década desde “The Gathering Wilderness”… “Where Greater Men Have Fallen” no solo refleja el camino: es el camino. Explica cómo PRIMORDIAL ha alcanzado semejante grado de relevancia en el underground y resume una carrera extraordinaria que al mismo tiempo prolonga. Es un gran disco, sobrecogedor y amargo, en muchas cosas cima cuando en realidad ni siquiera es el mejor trabajo del grupo. Esa es la grandeza de PRIMORDIAL y ese será su legado, en carne viva. ¿Hasta cuándo? La respuesta sale a borbotones de entre sus surcos: hasta regresar a la tierra que soporta nuestro peso, porque más allá no hay nada

Juanma Rubio

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