WHITE WIZZARD - Flying Tigers

Todavía queda buen Metal. Como el que se fabricaba antes. Me lo ha demostrado WHITE WIZZARD, que, sin grandes alardes, ha compuesto y grabado un señor disco. Los angelinos conjugan un estilo muy europeo, que bien podría pasar por algún clásico alemán de primera hora. Su historia, que comienza en 2007, ha dejado por el momento dos EP y un segundo álbum, “Flying Tigers”, que es el que ahora podemos disfrutar.

El estilo, netamente metálico, nos deja para la posteridad algunos temas realmente míticos, como la propia apertura, “Fight To The Death”, que es como si hubiesen metido en la misma coctelera a IRON MAIDEN con HEAVEN'S GATE, aunque el resultado general no alcanza cotas de excelencia absoluta.


Esta irregularidad se da porque se ha errado en la elaboración del track list de cabo a rabo. Se ha situado un inicio muy potente, en todos los sentidos, pero que se deja morir a base de altibajos. Un ejemplo de ello es el segundo cañonazo, “West L.A. Nights”, escorado más hacia el Heavy y dónde la voz de Wyatt "Screamin' Demon" Andersson vuelve hacer virguerías.

A medio tiempo, “Starchild” nos sorprende con un tema que se muestra más actual y que al mismo tiempo abre el arcoíris de estilos de la banda. La rudeza impregnada en esta semibalada la hace verdaderamente impresionante. Por esa razón no nos alteramos cuando la fuerza vuelve a desatarse en el tema título, “Flying Tigers”, con toques más metaleros y con unas segundas voces impresionantes.

A partir de aquí, y salvo excepciones, ya se ha desgranado lo mejor del disco. Como en muchas ocasiones, un magnífico EP queda transformado en otro disco más por el hecho de querer alargarlo. Las dos siguientes canciones, “Night Train To Tokio” y “Night Stalker”, son dos buenos temas, pero bajan un peldaño el nivel con respecto al huracán de la primera parte.


Así, paulatinamente, al tiempo que se experimenta en otras tesituras (incluso con algún toque de la primera etapa de RAINBOW), nos encontramos porque este disco no pasará a la historia como un clásico. “Fall Of Atlantis”, “Blood On The Pyramids” y la aburrida “Demons And Diamonds” (no os dejéis engañar por el título) rematan al disco.

En el epílogo, los dos cortes finales nos vuelven a recordar el comienzo a modo de círculo. Sobre todo el cierre del disco, “Starman's Son”, que deja cierto regusto a “Stargazer” en las voces. Ya sólo por recordar esta canción, el resto merece la pena.

No nos debemos de olvidar a la hora de hacer la reseña final, que el comienzo demoledor de este disco le sitúa a una gran altura. Pero también seríamos injustos si olvidáramos que por el peso de la parte central del álbum se desploma. No dejéis de escucharlo, al menos el comienzo.

 

Carlos Camino

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