Tercer disco de los alemanes GLORYFUL y segundo que cae en mis manos para reseñar, que continúa con las andanzas del Capitán McGuerkin y su tripulación dentro de lo que la banda denomina “La Leyenda De Sedna”. Si ya en la anterior reseña de su “Ocean Blade” indicaba que todo era inmaculadamente correcto pero nada les hacía realmente destacar, aquí tengo poco que añadir.
GLORYFUL sigue siendo un grupo cortado por el patrón germano del Heavy Metal, y no se sale un ápice de esas costuras, ni estilística ni compositivamente. Hay que resaltar sin embargo algunas cosas, y es que se ha esforzado por hacer estribillos algo más hímnicos y coreables, y de alguna forma lo ha conseguido. El hecho de que los músicos hayan puesto más cuidado en los arreglos tanto vocales como de guitarra en estas partes ayuda desde luego, y así tenemos temas como “Heart Of Evil” la obligada balada, de aire irlandés en este caso, “End Of The Night” o el cierre con “Rise Of The Sacred Star”, que resultan más pegadizos que el resto.
Adicionalmente, han endurecido algo su propuesta como podemos ver en el riff principal o el final del estribillo de “Hail To The King” así como en la inicial (si obviamos la soporífera intro) “This Means War” . Ambos son detalles que a mi parecer mejoran lo que anteriormente ofrecían GLORYFUL, pero como ya he dicho, de forma no muy remarcable.
En el lado opuesto además tenemos cortes como “The Glorriors” que intenta ser hímnico pero no llega ni a acercarse o el medio tiempo “For Victory” que me resulta bastante plomizo, con lo cual el CD tiene pequeños detalles destacables y mejorables casi a partes iguales, lo que hace que al final nos quedemos en la más estricta corrección, normalidad o como queramos llamarlo.
En definitiva, “End Of The Night” nos ofrece poca novedad pero es una propuesta sin fisuras que seguro agradará al fan más recalcitrante del metal alemán y, aunque por poco, mejora su anterior lanzamiento. Dicen que la mejor forma de llegar a la fama es mantenerte fiel a tu estilo y avanzar con paso firme, así que quién sabe…
R. Casparez
