Siendo domingo y aún con el balón rodando en San Mamés, la sala Rock Star Live de Barakaldo presentaba una buena entrada para recibir a SABATON y NIGHTMARE. Si bien alguna gente, como es habitual, esperó a los cabezas de cartel, un buen número de personas se agrupaba frente al escenario para ver a los teloneros NIGHTMARE, banda francesa que no se prodiga por estas tierras.
La intro de rigor precedió al primer tema, “A Thrill Of Death”, buen exponente de lo que viene haciendo NIGHTMARE desde que se reunieran en 1999. Sin más dilación, arremetieron con la aplaudida “The Gospel Of Judas” y la pesada “Eternal Winter”, dos temas del disco "Insurrection" que, pese a tener ya casi dos años, presentaban frente al público vizcaíno. NIGHTMARE es una banda que practica el Power Metal, ya distanciada del estilo clásico que la vio nacer, allá por los años 80. “Messenger Of Faith”, siguiente tema de la noche, es una buena muestra del estilo que ha centrado su carrera moderna. Pero en sus últimos trabajos, como demostraron los franceses, sobre todo, “Mirrors Of Damnation” y “Wicked White Demon”, además de los estribillos melódicos, introducen riffs más propios del Thrash Metal, que otorgan dureza a la rápidez con la que tienen acostumbrado a su público.
Los de Grenoble son bien veteranos, pero es cierto que no ofrecen nada nuevo. La originalidad de sus composiciones brilla por su ausencia. En directo pecan de aburridos, o al menos esa fue la sensación que me causaron. Ninguno de sus miembros destaca, a pesar de que el cantante Joe Amore, con su gran parecido al difunto Dio, no paró de moverse ni un solo segundo. Rescataron el tema que da nombre al primer disco de la nueva era, “Cosmovision”, que unido a “Legions Of The Rising Sun”, fueron los exponentes más puros del Power Metal que practican. Para terminar con los 45 minutos de actuación, echaron un rápido vistazo a su primera época y se despidieron con un tema cercano a la NWOBHM, “Trust A Crowd”, ciertamente el más animado y fresco de la actuación, a pesar de que han pasado casi dos décadas desde su composición.
La sala se fue llenando en el descanso entre los dos protagonistas, llegando a presentar una muy buena entrada. No había aglomeración, ni mucho menos, pero prácticamente todos los espacios quedaban ocupados por gente que esperaba con ganas a SABATON. Ése es el premio que les ha otorgado a los suecos la fama adquirida en los últimos tiempos. Han sabido conectar con el público europeo en pocos años. La última vez que pisaron esta misma sala fue teloneando a HAMMERFALL hace exactamente dos años. Esta vez, otro ambiente se respiraba en los prolegómenos del asalto. Un estilo accesible, un carácter particular y muy buena actitud les han llevado a ser bien recibidos por el gran público. En medio de estas divagaciones comenzaba a sonar "The Final Countdown".
El hit de EUROPE funciona como calentamiento y advertencia: "nuestros teclados suenan a esto". Y es que los culpables del sonido particular de SABATON quizás sean las teclas cósmicas de Daniel Mÿhr, el primero en salir a escena. "The March To War" funcionó como intro mientras los componentes ocupaban sus posiciones y arrancaban el primer himno, "Ghost Division". Sin tiempo para descansar, el ambiente creado por Mÿhr, escondido entre el humo de la sala y acompañado de un ritmo de batería y bajo, dio paso a "Uprising" y "White Death", recibido por un público aplicado a las palmas. Joakim Brodén, cantante de la banda, estaba en su salsa. Pocos temas fueron necesarios para descubrir la tónica de la noche: efectiva comunión entre un grupo animoso, dirigido por un frontman entregado, y un público dispuesto a disfrutar con los suyos.
"Cliffs Of Gallipoli" empezó con las omnipresentes teclas y la participación del respetable a las voces. Este medio tiempo, de corte más relajado que las anteriores, a pesar de su estribillo coreado, no impidió una parte instrumental divertida, comandada por el bajista Pär Sundström. SABATON, incluso sin Joakim en el escenario, transmitían buen rollo. El doble bombo de "40:1" volvió a poner la sala patas arriba. Al fin y al cabo, SABATON es una banda de Power Metal.
Los suecos dibujaron, hasta el momento, un set list totalmente dominado por los dos últimos discos, "Coat Of Arms" y "The Art Of War". Y lo hicieron con muchas ganas y actitud, deseosos de divertir a los convocados. Dieron el espectáculo que esperaban sus seguidores y convencieron a los extraños que, como yo, no habían sido capaces de soportar su música en estudio. A pesar de la falta de originalidad y la poca capacidad para reinventar su sonido, el grupo en directo adquiere otra dimensión. Por algo son plato imprescindible de cualquier festival de verano. Aun con la estética bélica que impregna ropa, instrumentos y letras, SABATON da más fiesta que guerra.
"Rise Of Evil", uno de los pocos que cayeron de sus primeros trabajos, fue el tema más épico y largo de la noche. A la pesada batería del inicio sólo le podían quitar protagonismo los siempre presentes teclados. Le siguió otro himno tan poderoso como "Attero Dominatus", una pieza de Power Metal que adquiere fuerza con los cantos del público. Fréderick Leclercq, guitarrista de DRAGONFORCE encargado de cubrir la baja paternal de Rikard Sundén, se atrevió con el solo de esta canción. Perfectamente acoplado a la banda sueca, acompañó e incluso mejoró la actuación de Oskar Montelius a las cuerdas. "The Price Of A Mile" fue otro tema pesado y potente. Joakim Brodén, siempre muy comunicativo, bromeó con la edad de los componentes del grupo, y con el incesante doble bombo de Daniel Mullback en "Screaming Eagles" vinieron a demostrar que aún les falta para envejecer. El musculado frontman, enchufado al concierto y sorprendido de la actitud de la "crazy Basque people", no paró ni un momento de animar. Se despidieron con el riff clasicote de "Saboteurs".
El bis duró muy poco, hasta que la intro de "Coat Of Arms" volvió a arrancar los aplausos de un público que coreaba el nombre del grupo. Probablemente el mejor tema del último disco fue de los más intensos y cañeros de la noche. No podían irse sin "Primo Victoria", interpretado a la vez por el divertido Joakim, ya desposeído de sus gafas de sol, y por sus seguidores, muy participativos en los coros. Ni siquiera Oskar Montelius pareció soso mientras duró el gran himno de la banda. Entre tragos de cerveza, SABATON cerró la actuación con un medley de "Metal Machine" y "Metal Crüe", donde además de las letras, escritas a base de canciones y grupos del género, destacaron las melodías de las guitarras.
El ejército despidió a SABATON con honores. La propia banda se quedó con ganas de más. La descarga preparada no dio para más de una hora y cuarto. Sin embargo, cualquier consideración queda suplida por la intensidad y buena ejecución de los suecos, comandados por un espléndido Joakim Brodén, entregado al calor de la batalla dominical de Barakaldo.
Texto: Mikel Domínguez
Fotos: Ander Sagastiberri