THE ARISTOCRATS derrocha virtuosismo y humor ante una sala abarrotada en Madrid

Crónica del concierto del grupo de Rock Progresivo en Madrid (sala Changó, 15 de noviembre de 2023)

Un inglés, un alemán y un americano… si añadiéramos un español casi parecería el inicio de uno de esos chistes que nos contábamos, los que tenemos cierta edad, cuando éramos pequeños pero no, me estoy refiriendo a las nacionalidades de los miembros de THE ARISTOCRATS. Guthrie Govan, Marco Minnemann y Bryan Beller unieron sus fuerzas en 2011 dando vida a este supergrupo, que compaginan con sus labores en otras bandas y proyectos, con el que llevan ya editados cuatro discos y que en febrero del año que viene verá la luz su quinto trabajo, tras cinco años de silencio discográfico. Como no podía ser de otra forma tocaron temas nuevos, tres para ser más exactos, pero lo cierto es que daba lo mismo que no los hubiéramos escuchado antes porque su calidad estaba fuera de toda duda y porque los allí reunidos teníamos bastante con verles tocar, no importaba demasiado el qué, si he de ser sincero.

Larga era ya la fila desde minutos antes de que la sala Changó abriera sus puertas, quedaban pocas entradas y estas se agotaron en taquilla haciendo sold out en la capital, dejando claro que, pese a no ser un grupo para todos los públicos, tiene una base no multitudinaria pero sí sólida en nuestro país. No en vano la gira tenía hasta siete paradas por nuestra geografía dando la oportunidad a ciudades menos habituales del circuito de conciertos de disfrutar también del talento de estos tres virtuosos a los que, si eres abierto de mente musicalmente hablando, recomiendo encarecidamente ver al menos una vez en la vida.

La apuesta de THE ARISTOCRATS por el disfrute

Lo primero que nos encontramos los asistentes al entrar fue un mensaje en la pantalla led de la sala en el que se nos pedía por favor, en inglés y español (parece que en provincias con idiomas cooficiales el inglés dejó paso a esos idiomas), no tomar vídeos ni sacar fotografías ni con cámaras ni con los teléfonos móviles para disfrutar (y dejar al resto de paso también hacerlo) así mejor del concierto.

Parecía una petición razonable porque ya sabemos todos que el tema de los móviles en estos eventos se nos ha ido del todo de las manos. Ni por petición expresa del artista, como rezaba el comunicado, se cumplió a rajatabla esta y el encargado del grupo de que se lograra tuvo que señalar en varios momentos con su linterna a algunas personas para que guardaran el teléfono. Así somos.

La magia de THE ARISTOCRATS

Con exquisita puntualidad a las 20:30 los músicos salieron a escena tras la intro “Devo-Satisfaction” los tres músicos saludando, mientras eran ovacionados con fervor, tomando sus posiciones (que no abandonarían en ningún momento ya) e iniciando la actuación con “Stupid 7”, de su penúltimo trabajo “Tres Caballeros”. Sonido perfecto, haciendo juego con la ejecución del trío que también lo fue, para deleitarnos con dos horas y tres minutos de absoluta fantasía musical en la que desplegaron su arsenal de recursos instrumentales.

Esto es por lo que la gente que asiste a sus conciertos paga la entrada pero las actuaciones de THE ARISTOCRATS, como me habían avisado previamente, son algo más que tres músicos virtuosos dejando sin palabras a los presentes con sus habilidades. También son capaces de entretenernos (y siendo música totalmente instrumental lo considero bastante importante porque no todos los que allí estábamos éramos músicos) y hasta hacernos esbozar una sonrisa o, directamente, una carcajada con su gran sentido del humor y continuas bromas.

En muchos momentos, más que estar viendo a tres de los mejores músicos de la actualidad con sus instrumentos, parecía que estábamos en unos de esos programas que tanto me gustaban de la VH1 llamado “Storytellers” donde los artistas, entre canción y canción, contaban anécdotas o chascarrillos sobre lo que iban a tocar a continuación haciendo la actuación de lo más amena. Para mí este fue el caso y estos interludios sirvieron perfectamente de contrapunto.

Bryan Beller se erigió en el maestro de ceremonias que, si no presentaba el mismo el siguiente tema que iban a interpretar, era el que iba dando paso a Marco o Guthrie de una forma muy dinámica para que fueran ellos los que, a su manera, tomaran la palabra y se dirigieran a nosotros. El bajista, al que vi el pasado junio acompañando a Joe Satriani, me pareció tremendamente simpático en su faceta de protagonista y estaba “en su salsa”. De hecho, parecía querer salir de su lado del escenario continuamente y fue el que, dentro de esta limitación autoimpuesta, más se movió esa noche.

Por su parte Marco, tras su imponente kit de batería y muy sonriente tocara lo que tocara, fue el encargado de sacar a relucir en varios momentos unos muñecos que hacían diversos ruidos y que tuvieron su cuota de protagonismo junto a un pollo que usó Bryan en algunos momentos y con el que hasta mantuvo una pequeña conversación. Todo muy hilarante pero muy bien traído para encajarlos en el espectáculo.

Por último Guthrie Govan, el más serio del trío, con su flema inglesa me hizo reír mucho porque apenas se inmutaba cuando hacía sus comentarios y eso los hacía ser todavía más divertidos en mi opinión. También fue al que vi más concentrado en su instrumento pero es que lo que extraía de su guitarra me pareció de otro mundo. ¡Qué creatividad posee!

Tras “Stupid 7” y la bienvenida inicial de Beller, el estadounidense dejó en manos de Marco la delirante presentación de “Hey… Where's My Drink Package” (ya que es su compositor), el primero de los tres temas nuevos que iban a tocar. “Sgt. Rockhopper” fue el segundo y, en este caso, fue Guthrie, con un tono calmado y diría que hasta solemne, el que nos habló del origen del personaje en cuestión para el que han desarrollado la canción, siendo suyo también el discurso en el que se remontó a la época de los dinosaurios y su extinción por culpa de un asteroide que, sin duda, calificó de “malo”, presentando así “Bad Asteroid” provocando algunas risas antes de tocar dicho tema perteneciente a “The Aristocrats”.

La fusión, los cambios de ritmo y las continuas genialidades musicales del trío fueron una constante a lo largo de su descarga impidiendo, por largo que fuera el tema que tocaran, aburrirse o tener sensación de monotonía. Más bien lo contrario, diría yo. Además, miraba las caras de la gente a mí alrededor y eran una mezcla de felicidad e incredulidad al ver cómo tocaban estos tres titanes. No era para menos porque, además, su grado de complicidad y compenetración era increíble. Se miraban continuamente y eran capaces de modificar o improvisar ligeramente la estructura de las canciones sin que apenas te dieras cuenta. Tremendo.

Bryan nos introdujo “The Ballad Of Bonnie And Clyde” recordando el robo que sufrió de sus instrumentos hace un tiempo y cómo la policía detuvo a los ladrones en tan sólo tres días pero que, desafortunadamente, no recuperó su material provocando un “oooohh” en la audiencia. Tocar el bajo es su pasión, como nos dijo, y tenía que escribir una canción sobre este hecho. Así mismo fue el encargado de presentar la siguiente composición diciendo que la suerte de tocar en un grupo como THE ARISTOCRATS es que pueden tocar lo que les dé la gana, y bien que lo demostraron esa noche, sin tener que ceñirse a un estilo concreto. Sin embargo, añadió, no le hemos prestado aún la suficiente atención a un estilo. Se estaba refiriendo a la música Disco noventera (aunque un espontáneo gritó “al reggaetón”) por lo que la tercera canción nueva iba a poner remedio a esta situación. “Aristoclub” me recordó en cierto modo a la mítica e incomprendida, “Disco Queen” que grabó PAIN OF SALVATION para “Scarsick” y sirvió también para que Minnemann se explayara a gusto con un alucinante y variado solo de batería en mitad del tema mientras sus compañeros se tomaban el respiro que él no parecía necesitar.

Sin descanso, el propio baterista fue el encargado de la presentación de los dos siguientes cortes, “Through The Flower” y “Ohhhh Noooo”, está última mostrando el lado más “heavy” del grupo y, como contó Marco, compuesta a partir de un riff de guitarra que se le ocurrió e inspirada por un clásico de su banda de Heavy Metal favorita, refiriéndose a “Metal Gods” de JUDAS PRIEST. Para colmo, para presentarla pidió que le pusieran el efecto de voz que justo antes había usado Beller para darle paso (como si hablara ralentizado) provocando su propia risa y las de muchos de nosotros mientras hacía el gesto de los cuernos. Un cachondo.

Turno ahora para el guitarrista inglés que fue el que presentó “Furtive Jack”, comentando que este tema también hablaba de ladrones pero que a este no le cogieron como a los protagonistas de “The Ballad Of Bonnie And Clyde”, poniendo el punto y seguido al concierto con “Last Orders”, un tema que habla de algo terrorífico para él como es el sonido de la campana (y que Marco replicó) que anuncia en los pubs ingleses que quedan sólo 20 minutos para las 23:00 lo que implica que hay que acabarse la pinta y pedir otra para salir a esa hora hacía casa. Desató risas entre los presentes, pero lo he vivido en mis carnes y es una experiencia, como decía Govan, “terrorífica” oír ese sonido.

Con ella se marcharon unos instantes, tras una hora y cincuenta y dos minutos de concierto, en una retirada en falso antes de retornar a escena rápidamente para encarar el único bis de la velada. La elegida fue una extensa y alargada, tal vez en exceso para mi gusto, “Blues Fuckers” en la que pidieron la ayuda de algunos de los asistentes para que gritaran “un, dos, tres, cuatro” en el idioma que quisieran y con el ritmo que quisieran y ellos comenzarían a tocar al unísono con sólo lanzarse una mirada. Fue una curiosa manera de hacernos participar activamente a los presentes pero no la única, ya que Marco nos instó a responder con tantos “Hey” (gritando o susurrando) como golpes en uno de sus platos daba. Así pasando de los típicos uno, dos, tres y hasta cuatro golpes a pedirnos veintiuno mientras se reía. Pero la gente lo hizo mientras Bryan se hacía el sorprendido diciendo que los había contado y, efectivamente, habíamos hecho veintiún “Heys”.

De esta manera dieron por concluida, saliendo sin mucho afán del escenario todo sea dicho (muchos seguro que se quedaron con las ganas de que repartieran púas, tiraran baquetas o simplemente estrecharan manos pero nada de eso pasó), una velada amena, divertida y llena de virtuosismo en la que demostraron por qué están considerados tres de los mejores músicos del panorama mundial. Era la primera vez que me citaba con la “aristocracia” y no pude salir más satisfecho con lo que ofrecieron a la plebe. Inmensos.

Promotora: Madness Live

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