CRAZY LIXX - Riot Avenue

 

¿Habéis tenido sensaciones contradictorias a la hora de escuchar un disco? Si esto se repite continuamente con cada rotación, es interesante analizar las razones, sobre todo cuando no hablamos de una obra conceptual, progresiva ni nada que se le parezca, sino de un álbum de Hard Rock directo, simple en el buen sentido de la expresión, de esos que se oyen con facilidad y te crean una impresión casi instantánea. Pues bien, justo lo opuesto es lo que sucede con el tercer trabajo de los suecos CRAZY LIXX, “Riot Avenue”, una de tantas bandas que inundan la escena escandinava de este estilo, tan en boga por aquellos lares. Intentar explicar estas teóricas incoherencias no resulta sencillo y, a la hora de escribir esta reseña, me pregunto qué papel juega el factor psicológico en esta idea.

Filosofar acerca de CRAZY LIXX es un esfuerzo tan baldío como conseguir que un político diga la verdad. Nacidos al albur de un movimiento prolífico en calidad y cantidad, en donde la originalidad no prima sino que se basa todo en canciones que enganchen y buena actitud, durante un lustro se han labrado un camino que en su debut tomó los derroteros patronímicos del Hard Rock pero cuya continuación, “New Religion”, les llevó a adoptar claramente las influencias de DEF LEPPARD y los KISS ochenteros. Las críticas positivas de los seguidores del género fueron casi unánimes, si bien considero que “New Religion” adolece de fuerza, hecho que se refrendó cuando les vi en directo. Sus prestaciones en vivo, tal vez debido a su bisoñez, no convencieron.


Sin embargo, en “Riot Avenue” dan una vuelta de tuerca, presentando una especie de involución o evolución hacia la suciedad que no tiene por qué ser bien entendida por todos. Paradójicamente, el elemento de copia a los LEPPARD es el que les daba el punto atractivo y diferenciador. Desaparecido éste casi en su totalidad, nos queda, respeto a su predecesor, la voz de Danny Rexon, con muchas reminiscencias de Paul Stanley, como se aprecia en “Fire It Up”, por ejemplo. No obstante, también Danny muestra nuevas tesituras en temas tipo “Church Of Rock”, en el que imita (sin tanta potencia) al primer Sebastian Bach, y es que los primigenios SKID ROW se cuentan entre las influencias actuales de CRAZY LIXX. La amalgama, con todo, es curiosa porque se deben mezclar en una coctelera los nombres mencionados, más la querencia por determinados riffs a lo AC/DC, BULLETBOYS por las partes groovies y una sensación general de Sleazy a la sueca, siendo el resultado irregular, como si a CRASH DIET les quitaras la potencia y garra metalera.

El caso es que el disco empieza francamente bien. “Whiskey Tango Foxtrot” nos traslada a los clubes de Sunset Boulevard del Hollywood de finales de los ochenta. Una notable composición para corear. Este frenesí revival se sublima en “Young Blood”, el corte más destacado del disco, un himno extraído del sucio callejón en el que tenían lugar las peleas de bandas. La trilogía inicial se completa con el tema título, deudor en sus estrofas del “Not Fakin´ It” del gran Michael Monroe pero con una producción menos natural y roquera. Si bien, como antes se ha comentado, la originalidad nunca puede ser leiv motiv de este tipo de álbumes, a partir de aquí surgen los problemas con “Riot Avenue” porque nos adentramos en un puñado de canciones que, al dejar entrever las distintas influencias, terminas convirtiéndose en impersonales y, podríamos decir, sosas. Los minutos pasan pero la sensación de euforia inicial ha desaparecido.

Hay que avanzar hasta los sonidos groovies para volver a sentir la vibración perdida, de manera no tan intensa. Tanto “Church Of Rock” como “Heatseeker” ofrecer ritmos no tan rápidos y sí más marcados, apoyándose en buenos estribillos, en especial el de esta última, en donde regalan una mínima variación en la estructura que se agradece. Sin embargo, este pequeño repunte falla por repetición porque en “Sweet, Bad & Beautiful” inciden, por tercera vez consecutiva, en este tipo de composiciones lo que resulta un tanto cansino. Tal vez si hubieran elegido un orden diferente, la percepción cambiaba. Afortunadamente, la dinámica “Be Gone” recupera la calidad de los primeros cortes, cerrando la entrega una larga balada, “Only The Dead Know”, que no está mal en el conjunto pero tampoco resulta memorable en su recuperación del factor de las formaciones angelinas de tercera generación del Sleazy.


¿Era necesaria esta apuesta? Solo CRAZY LIXX lo sabe. Se han arriesgado pero no han logrado una identificación de su sonido lo que, sin embargo, tampoco les sirve para dotar a “Riot Avenue” de personalidad. Esto genera altibajos, con momentos excelentes combinados con ratos tediosos, lo que deja al oyente en un estado de confusión y, por qué no, decepción. Seguro que a mí el haber continuado en la línea DEF LEPPARD más KISS del “Animalize” o “Crazy Nights” no me hubiera atrapado tanto como un par de temas del disco, pero sería bastante más coherente para el seguidor de “Loud Minority” y “New Religion”. Esto es peligroso porque el tercer álbum suele ser el que define la ruta musical y la posibilidad de que una banda tenga largo recorrido. El tiempo dirá si la CRAZY LIXX dieron en el clavo o pegaron un patinazo.

 

Marco A. Romero

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