Una banda calificada de Stoner, Sludge y sucio Hard Rock punkarra al mismo tiempo es una banda a la que al menos hay que analizar. Y, aunque no lo parezca, BLACK TUSK cumple todas esas premisas estilísticas. Proveniente al igual que los archiconocidos MASTODON de la ciudad de Savannah en el estado de Georgia , BLACK TUSK lleva apenas seis años funcionando y ya tiene cuatro largos en el mercado. Y contando con este último “Set The Dial” es impresionante lo sólido de su catálogo.
Comenzando con la aparentemente inocente intro “Brewing The Store”, un torrente de riffs gruesos y grasientos explotan a través de los altavoces en sus primeros temas donde la fuerza de KYLESA (también de Savannah) con la mayor gordura del sonido de BARONESS o BLACK COBRA se mezclan para ofrecernos en canciones como “Ender Of All” una (casi) nueva manera de darle la vuelta al nuevo sonido metálico (parte Doom, parte Sludge, parte Punk) iniciado a principios del 2000 por MASTODON y las posteriormente comentadas formaciones.
Un estilo de difícil definición popularizado por grupos como los mencionados (en las que el sonido punk da credibilidad a la mezcla y hace del resultado final algo muy intrigante y novedoso) es lo que se observa con facilidad en temazos como “Carved In Stone” donde la urgencia del Hardcore está presente en la furia incontenida del trío compuesto por Andrew Fidler (guitarra), Jonathan Athon (al bajo y las voces) y James May (batería). Canciones cortas y al grano (otro guiño al Punk) se suceden sin mayores complejidades pero con una maestría de ejecución impecable. Pocas pausas hay en el disco, salvo la intro del tema con más groove del disco, el instrumental “Resistor” lo que hace que necesite varias escuchas para apreciar todos los matices ocultos entre tanta brutalidad sónica.
Y esa brutalidad es quizá junto a la falta de variedad en algunos momentos la que hace que no sea un disco grande aunque por momentos alcance ese nivel. Incluso un aire melódico se aprecia con mucha insistencia lo que le da un recorrido mucho más largo que los miles de clones que han surgido alrededor de las bandas que ya han sido comentadas en este artículo (otro ejemplo es esos ritmos muy heavies del tema “Growing Horns”). Quizá sea que hay algo que como elemento definidor les ayuda y les perjudica: brevedad. Es un disco que se escucha de una sentada, pero del que cuesta apreciar esos ángulos ocultos. Dicho esto, una vez encontrados tras múltiples escuchas, el disco adquiere un status mucho más profundo e intenso. Para terminar, muy hábiles han sido los georgianos al colocar su tema más completo y sorprendente “Crossroads & Thunder”, que suma todas las habilidades del trío dejando un regusto muy agradable al terminar de escucharlo. Muy recomendable por su inmediatez, pero habrá que esperar a su directo por si cumple con lo ampliamente prometedor de sus grabaciones de estudio.
Pedro Blackearth