RAMMSTEIN devasta Madrid a golpe de llamaradas

Concierto de Rammstein en el estadio Cívitas Metropolitano de Madrid
Concierto de Rammstein en el estadio Cívitas Metropolitano de Madrid

Crónica del concierto de RAMMSTEIN con ABÉLARD en Madrid (Estadio Cívitas Metropolitano, 23 de junio de 2023)

Tuvieron que pasar más de dos años, y una pandemia, para que el anunciado y colosal “Stadium Tour” de RAMMSTEIN pudiera pasar finalmente por Madrid. Esta gira, llamada a ser la más espectacular de la historia del grupo berlinés, empieza de un modo más bien íntimo y casi preciosista: con las cuatro manos de ABÉLARD.

ABÉLARD crearon ambiente con su particular propuesta

Este dúo de pianistas interpretó un buen puñado versiones de la banda como “Rammlied”, “Mein Herz Brennt” o “Du Riechst So Gut”. No es la primera vez que los germanos confían a este formato de banda la apertura de sus conciertos: ya recurrieron a otro dos teclistas, JÁTÉKOK, como teloneros en 2017 y 2019.


En esta ocasión las teclistas Héloïse Hervouëty y Émilie Aridon-Kociolek ejecutaron su propuesta acústica desterradas en un escenario secundario, de tamaño reducido, situado en un lateral de la pista. Sin cámaras que acercaran su imagen al público del abarrotado Cívitas Metropolitano, las pianistas se enfrentaron a una indiferencia mayoritaria.

Durante la actuación de ABÉLARD el público apenas se mostró entusiasmado y cuando lo hizo, fue para aplaudir en algún momento en el que del escenario principal salió una bocanada de humo. El ansia por ver en marcha la maquinaria de RAMMSTEIN superaba la curiosidad por sus teloneras. Hay que conceder que pese a la delicadeza y elegancia de la propuesta de ABÉLARD, algunos temas (por ejemplo, “Engel”), exigían cierto esfuerzo para ser reconocidos en formato acústico lo que dificultó su conexión con la audiencia. El público, pues, no se mostró muy cálido con las teloneras.

El Metropolitano se rinde ante la potencia musical y visual de RAMMSTEIN


Alrededor de las 22:20, la obertura de la “Música para los reales fuegos de artificio” de Händel, anticipaba que en unos instantes RAMMSTEIN aparecerían sobre el escenario. Y lo hicieron al son de la hímnica “Rammlied”. Con ella, el vocalista Till Lindemann descendió en una plataforma desde lo alto del escenario mientras el resto de la banda ascendía desde el foso. Arrancaban así dos horas de locura visual y sonora.

Nadie se va a sorprender a estas alturas si destaco que el espectáculo de RAMMSTEIN se apoya en una puesta en escena terriblemente cuidada y deliberadamente rompedora. Pero esa apuesta estética no se limita a la espectacularidad superficial. Por el contrario, todo el despliegue visual se pone al servicio de la música, que es el auténtico hilo conductor del show, la piedra angular de la experiencia. Así, los focos refuerzan los momentos más coreables de los temas, la pirotecnia funciona casi como una parte más de la base rítmica, las luces del escenario reproducen la progresión melódica de las canciones y la iluminación refleja el ambiente anímico de cada canción. La realización de las pantallas gigantes también está especialmente cuidada, con influencia casi del expresionismo alemán. Pero, como ya he dicho y vuelvo a destacar, en la base de todo está la música. Pudimos ver a una banda potentísima, cohesionada y arrolladora, donde se lució especialmente la base rítmica formada por el batería Oliver Riedel y el batería Christoph Schneider.

Tras “Rammlied”, RAMMSTEIN atacó casi sin pausa con la marcial “Links 2-3-4”, “Bestrafe Mich”, “Giftig” y la pieza que daba nombre a su álbum de 1997, “Sehnsucht”. La conexión entre público y banda fue casi inmediata. En la atronadora “Mein Herz Brennt” Lindemann jugueteó con público para que gritara tres veces el nombre del tema con el que inicia el estribillo antes de continuar interpretando el tema. En todo el concierto Lindeman se mostró como un frontman sin excesivos discursos (no más allá del ocasional “vamos” o “Gracias, Madrid” chapurreados en castellano), que proyecta su carisma mediante sus espasmódicos movimientos y gestos

La oscura y tétrica “Puppe” sirvió para el primer momento teatral de la noche, en el que los miembros de la banda arrastraron un carrito de bebé gigante que -como no podía ser de otra manera- acabó devorado por las llamas en el momento álgido del tema.


Actuación de Rammstein en Madrid
Foto de Doctor Music

Tras “Angst” y “Zeit”, el show experimentó una metamorfosis momentánea en la que la banda proyectó al máximo su faceta más influida por la música dance. El escenario, que había venido siendo visualmente un sobrio y elegante templo de la Bauhaus se convirtió en una discoteca ibicenca en la que Richard Z. Kruspe actuaba -al menos aparentemente- como DJ y unos bailarines cubiertos de neones danzaban al son del remix discotequero de una irreconocible “Deutschland”. Mientras el heavy obtuso que vive en mi interior aún estaba reponiéndose de este interludio, frotándose confundido los ojos y preguntándose en dónde narices me había metido, los alemanes retomaron ya “Deutschland” en su versión convencional enlazada después con otro de sus temas recientes más “bailongos”, “Radio”.

Lorenz no falta a su cita con la olla

Con “Mein Teil” llegó otra de las tradiciones de RAMMSTEIN: la “humillación” al teclista Christian Lorenz. En esta gira el músico con más pinta de empollón de la banda se introduce en una olla gigante a la que Lindemann -ataviado como un cocinero- intenta prender fuego hasta en tres ocasiones, cada vez con un lanzallamas de atrezzo más grande, hasta finalizar con uno que simula ser un cañón antitanque.

Lorenz sobrevive a este intento de antropofagia y, en un ejercicio de humor visual, abandona la olla gigante abanicándose su supuestamente chamuscado trasero. Nada más recuperar su puesto tras los teclados, para delirio del público, arranca las primeras notas del primer y mayor hit de RAMMSTEIN: “Du Hast. El Metropolitano retumbó con los gritos de los 50.000 pulmones que corearon el crescendo de las tres palabras más míticas de este tema, y seguramente, de toda la discografía de la banda: “Du. Du hast. Du hast mich”. La puesta en escena acompañó a la épica del momento, regalándonos los mayores gigantescos fogonazos vistos hasta el momento y el despliegue de cohetes pirotécnicos que recorrieron de fondo a fondo el estadio, avivando la locura del respetable.

El delirio colectivo continuó con la épica oscura de “Sonne”, en la que cada vez que el estribillo anunciaba la llegada del sol (“Hier kommt die Sonne”), gigantescas llamaradas surgidas del escenario y de las luces de refuerzo traseras iluminaban la plácida noche de junio y achicharraban (casi literalmente) a los fans de la banda.


A continuación, el grupo brindó bajo los focos con unas copas de champán para celebrar el 56º cumpleaños de su guitarrista Richard Z. Kruspe. Se despidieron de los asistentes y la oscuridad volvió a envolver el estadio. Durante unos minutos las pantallas gigantes estuvieron emitiendo primeros planos de fans extasiados por lo que habíamos visto hasta el momento.

El espectacular entorno del estadio Cívitas Metropolitano en el concierto de Rammstein
El espectacular entorno del estadio Cívitas Metropolitano en el concierto de Rammstein (foto de Doctor Music)

De la intimidad a la fogosidad

La llegada de los bises se anticipó cuando esas mismas pantallas pidieron a los asistentes que encendieran las linternas y flashes de sus teléfonos móviles. Se creaba así un ambiente más íntimo para acoger otro de los temas emblemáticos de los alemanes: “Engel”. RAMMSTEIN reapareció en el escenario secundario, más reducido, rodeados del océano de fans. Flanqueados por las dos pianistas de ABÉLARD ejecutaron una versión más sobria, desnuda, sin silbidos, ni samples de coros femeninos, ni teclados electrónicos, solo con la voz de Lindemann sobre los pianos. Bueno, solo no. Se le unieron los coros de los miles de asistentes al concierto, ya que las pantallas proyectaron la letra de la canción para que el respetable pudiera seguir la melodía a modo de karaoke. Disfrutamos así de una versión diferente de RAMMSTEIN que muestra que sus canciones no pierden potencia si se les despoja de todos los arreglos superficiales y se quedan en su esqueleto más íntimo.

Tras esta demostración los teutones regresaron al escenario principal sobre unas lanchas de plástico con las que surcaron el mar del público que se agolpaba en la pista. De vuelta sobre las tablas, recuperaron su faceta más bailable con “Auslander” y “Du Riechst So Gut” para regresar después a lo melancólico con “Ohne Dich”. En este set de tres canciones vimos un despliegue visual que, aunque generoso, resultaba más comedido que a lo que nos habíamos acostumbrado hasta el momento.

Rammstein en Madrid

En la recta final del concierto el grupo volvió a desplegar su apabullante puesta en escena como demostraron las llamaradas que, a modo de cola de pavo real, surgieron de la espalda de Lindemann durante “Rammstein”. Tras otro de sus temas más clásicos, un “Ich Will” que destrozó las gargantas de los incondicionales de la banda, los germanos se despidieron de Madrid con “Adieu”, el mismo tema que cierra su último trabajo, “Zeit”.

El público, apisonado por una magistral lección de Metal Industrial y boquiabiertamente deslumbrado por los recursos pirotécnicos y escénicos desplegados por la banda, despidió a RAMMSTEIN como auténticos héroes y leyendas del rock del siglo XXI. Lindemann y los suyos nos obsequiaron con un show que durante mucho tiempo seguirá grabado en nuestras retinas y marcado en nuestros tímpanos.


Promotora: Doctor Music

1 COMENTARIO

  1. “Devasta Madrid?”, por supuesto que entiendo la expresión en su significado no literal pero al que ha escrito el artículo ya le vale, jajaja

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